TRISTÁN E ISOLDA
EILHART VON OBERG Y GOTTFRIED VON STRASSBURG
Madrid: Biblioteca Medieval Siruela, 2001, 487 pp.
Estudio preliminar de Víctor Millet.
Por Ricardo Visbal Sierra. Profesor del Instituto de Humanidades.Universidad de
La Sabana
Tema: Tristán e Isolda es una leyenda caballeresca y amorosa de origen celta que
tuvo fama durante la Edad Media.
Público general. Fecha de la reseña: 06-12-2006
Durante la Edad Media surgieron varias adaptaciones literarias sobre estos amantes en Francia,
Alemania, Inglaterra y España, donde se popularizó con los romances de los juglares. Es de anotar
la importancia de esta obra, ya que se considera como el primer relato novelesco del Occidente
Cristiano.
Chrétien de Troyes, uno de los impulsores de la renovación artística en el siglo XII, fue
uno de los autores más influyentes en las cortes europeas, y aunque su relato sobre la princesa
irlandesa y el caballero de
Leonís se ha perdido, al parecer, ha sido la base de las posteriores
redacciones sobre estos jóvenes enamorados.
Es un relato caballeresco, ya que Tristán, cuyo nombre significa tristeza, es hijo de noble y educado
en las artes de la caballería desde niño. Como queda huérfano, su tío el rey Marco lo acoge en su
castillo y allí empieza su formación. Toma con destreza las disciplinas del arco y la flecha, sin dejar
de lado el cuidado del caballo, además de las tácticas de guerra. En la Edad Media, no era extraño
que los soberanos tomaran en su égida a infantes de grandes nobles para que éstos no se rebelaran
de su poder político o feudal. Por esto, en las grandes casas señoriales había un grupo de
jovencitos dispuestos a aprender con presteza todas las lecciones para servir mejor a un poderoso
patrón.
Tristán cumple las reglas nobiliarias y pronto se destacará en las acciones bélicas. No es de
extrañar, ya que es una leyenda, que se enfrente a seres gigantes y a animales fabulosos. El
gigante va a ser Moroldo, a quien nuestro héroe va a derrotar en una lucha que parece extraída del
relato bíblico de David y Goliat. El joven le clava la espada en su pecho y el fortachón muere.
Isolda al saber esto sólo desea la venganza y quiere la muerte del verdugo de su tío. Más poderoso
lo presentan los autores cuando Tristán se enfrenta con el dragón, lo derrota y para demostrar a la
corte irlandesa que es verdad su hazaña, toma la lengua de la serpiente y la guarda en su jubón, sin
saber que este órgano es ponzoñoso, cae abatido por el veneno que atraviesa sus vestidos.
En este instante entra Isolda en el castillo y al ver la delicada situación del atractivo caballero
desea salvarlo de la muerte. Como su madre, ella conoce a la perfección todo el arte de curar las
heridas y las propiedades de las hierbas del bosque. Cuando se recupera Tristán se siente alegre,
pero al observar la espada del caballero, se da cuenta que es la misma que dio muerte a su tío
Moroldo y sólo desea vengarse de él. Sin embargo, el joven huye de la corte y es cuando empieza la
verdadera historia de amor entre ellos.
El tío de Tristán, el Rey Marco desea contraer matrimonio y su sobrino le propone que sea Isolda la
Rubia, aquella princesa irlandesa que lo salvó de la muerte. En este momento, la obra comienza a
tratar el aspecto amoroso de los siglos XII y XIII entre los nobles. El matrimonio en estos siglos del
Medioevo es considerado como sólidas alianzas entre los señores feudales. Cada esposa traía su
dote, ya fuese en joyas, dinero en plata u oro, o tierras dadas por su padre. Por ello, esta
institución se consideraba como una atadura, donde el amor no era posible. Aunque existieron
reyes y reinas que se amaron con fervor, era costumbre que la unión sólo tuviera un fin: el
nacimiento del heredero. Aún no se había impuesto la ley sálica, según la cual los varones sólo eran
los herederos naturales de un vasallo o reino. Las mujeres todavía gozaban de igualdad de derechos
en este aspecto sucesorio.
La costumbre que se fue impuso en todas las cortes europeas, moda que se inició en Francia, en
especial el reino de Provenza, fue la creación del amor cortés. En todos los castillos las mujeres
disputaban el favor de los jóvenes caballeros. El hombre siempre estaba en un rango inferior a la
mujer, por ello, en el amor medieval, era ella quien mandaba en la relación, el varón, por lo tanto
se convertía en un vasallo de la señora. Este aspecto se explotó en el Romanticismo, dándole un
carácter de
sentimiento platónico, donde los amantes sólo expresaban sus sentimientos con el alma
y el corazón, pero nunca llegaban a la parte carnal, como ocurría frecuentemente entre la dama y
su amante y valiente caballero.
Pero, si el sentido del amor cortés era desvirtuar el matrimonio, para la sociedad, -en especial la
nobleza-, sólo existía el amor cuando había una entrega sin intereses creados de tinte político o
hereditario. Por ello, en las cortes de amor, sólo se admitían relaciones sin ataduras, sin
compromisos, donde primaba la libertad en la unión entre un hombre y una mujer. Pero a la vez,
en el siglo XII y XIII los caballeros llegaron a sublimar los instintos sexuales cuando se unían a
órdenes monacales como los Templarios, los Teutónicos, los de Calatrava, donde la señora era la
Virgen María.
Estas órdenes de tipo religioso y militar exigían una entrega a la causa cristiana, en especial para el
combate en las cruzadas. Los hombres tenían que ser caballeros perfectos, por eso una de las
condiciones para tener el estado de gracia, era ser castos en el sentido evangélico de la palabra,
tanto en el cuerpo como de pensamiento. Por ello, la exaltación a la Virgen María, hacía que
muchos de ellos realizaran los denominados esponsales místicos, donde el soldado de la causa se
arrodillaba frente a la imagen de Nuestra Señora y se comprometía a obedecer todas las órdenes de
su superior, de ser valiente en la guerra y de confiar su vida en ella.
Tristán cumple con éxito su carrera como caballero, pero va a afrontar la mayor prueba de su vida,
traer a Isolda a la corte de Cornualles, donde gobierna su tío el rey Marco. La joven al conocer su
destino se rebela contra él, aún más, al saber que el joven asesinó a su tío Moroldo. Como el
matrimonio es de conveniencia la doncella se embarca, pero su madre, para prevenir la mala
relación de su hija con su futuro esposo, hace llevar un filtro de amor, que el aya Brangania deberá
darlo en la noche de bodas a los contrayentes.
En la travesía desde Irlanda a Gales es buena, aunque calurosa. Isolda agobiada por excesivo sopor
hace traer una bebida para calmar la sed. Sin intención, Tristán también toma de ella. Los jóvenes
sin darse cuenta empiezan a atraerse y desde ese instante quedan enamorados. Brangania se ha
equivocado de botella, ha traído el filtro de amor y observa con inquietud los acontecimientos
fatales que se van a desarrollar entre la princesa y el caballero del reino de Leonís.
El sentido del filtro de amor, es la herencia más clara del sentido céltico de la obra. Es la parte
pagana del relato. Los jóvenes quedan predestinados a amarse durante toda su vida y deberán
sufrir por ello como una condena y como castigo errarán por el bosque, hasta que encuentren al
ermitaño en su cabaña en el claro del camino. Ellos no podrán disfrutar con plenitud su amor por el
sentimiento de culpa que van adquiriendo al conocer la doctrina cristiana que predica el monje.
Cada uno de los amantes toma un rumbo diferente cuando son descubiertos y luego perdonados por
el rey Marco en el bosque. Se alejan uno del otro, aun así, siempre se amarán y Tristán se va a
degenerar como caballero al servir a personajes vengativos y altivos. En cambio Isolda, cada día va
a vivir más deprimida con su esposo. Al final de la obra, la princesa irlandesa conoce el fatal
destino de su amante, pues al tratar de raptar a una doncella, una flecha del enemigo le ha
atravesado su cuerpo. Desea ir a curarlo con sus hierbas, pero al llegar a la costa conoce que ha
fallecido y ella muere al ver el cadáver de Tristán de Leonís.
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Las versiones alemanas
La edición de la Biblioteca Medieval Siruela trae la traducción de las dos versiones en lengua
alemana de la leyenda de
Tristán e Isolda. La primera es la de Eilhart von Oberg, quien más se
interesa en el sentido caballeresco de la obra, tal como lo expone en su preámbulo el traductor y
editor del libro,
Víctor Millet. Según el crítico, es la única versión completa del relato de estos
amantes, sin embargo, de acuerdo a los códices, pone en duda la originalidad de algunos pasajes de
la obra. Esto debido a la copias que se conocen de esta edición que cambian de acuerdo al lugar y a
la época.
Es importante destacar que en la Edad Media, el sentido de originalidad no tenía importancia. Lo
que buscaban los poetas era la esencia del relato y la creatividad se demostraba en la calidad de la
interpretación o en la creación de nuevos pasajes para agradar al público. No es casualidad que
durante este periodo, los poetas de las cortes tuvieran mucho trabajo y contacto con escritores de
otros reinos. Los viajes constantes de los soberanos hacían que estos personajes viajaran en la
comitiva como parte esencial para el entretenimiento de la corte y para demostrar a los nobles
extranjeros la calidad de trovadores que estaban bajo su tutela. De esta forma, la literatura en
este momento histórico se nutre de muchas fuentes como las leyendas y mitos de los pueblos
bárbaras, en este caso, el celta, de adaptaciones de personajes bíblicos y de los autores
grecolatinos que se arreglaban a los nuevos tiempos.
La segunda versión de
Tristán e Isolda es la de Gottfried von Strassburg, más famosa que la de
Oberg,
ya que este trovador tuvo gran fama en su tiempo. Su trabajo consistió en adaptar en
alemán la obra de
Chrétien de Troyes la cual conoció y la adaptó a su estilo literario. La dejó
inconclusa, aún así, es el relato fundamental de inspiración de
Richard Wagner para realizar el
libreto y la música de su famosa ópera del mismo nombre. La traducción de esta versión de Bernard
Dietz
y goza desde hace tiempo de popularidad en lengua castellana.
La doble edición de esta leyenda hace que el lector se interese en el amor cortés que está descrito
con claridad en las obras. Tristán tiene un rango menor que la princesa Isolda y ello se siente en la
relación de los jóvenes. Es ella la que va a comandar todos las argucias en el campo amoroso. El
caballero, debido a su situación debe cumplir todas las peticiones de su amada, aunque sean
difíciles. Tal como ocurre en el famoso juramento ambiguo, cuando la reina está bajo sospecha de
ser infiel a su marido. Ella hace disfrazar a Tristán como mendigo y de esta forma salva la
situación.
En estas ediciones, la traducción es en prosa, por ello también es recomendable leer la traducción
en castellano en verso a cargo de Roberto Ruiz Capellán publicada en Cátedra Letras Universales, de
la obra de Béroul,
Tristán e Iseo, nombre este último de la heroína del relato más acorde con la
tradición celta. Tampoco hay que dejar de lado la adaptación de
Alicia Yllera en Alianza Editorial
de las diversas leyendas medievales de esta historia de amor.
Tristán e Isolda resume el ideal amoroso de la Edad Media, en especial de los siglos XII y XIII, un
sentido de libertad de elección del amado, en contradicción de la obligatoriedad del matrimonio y
todo el sentido legal que este contrato tiene para los altos nobles de aquella época. Es la
idealización de un amor puro que en la tierra no tendrá una unión valedera, pero que en el cielo
llegarán a unirse de acuerdo al amor de Dios
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