jueves, 29 de noviembre de 2012

Es casi imposible imaginar Roma, y no pensar en la esclavitud, aún en sus tiempos más remotos, entendiéndose por esclavo al ser humano privado de su libertad, por estar sometido a la potestad de un amo. El esclavo es, en Roma, un hombre pero no una persona, ya que no está alcanzado por las normas jurídicas, que no le imponen derechos ni obligaciones. Es una cosa, un objeto, una mercancía, por lo tanto, se puede comprar y vender.
Sin embargo, Roma, no puede considerarse esclavista hasta mediados del siglo III a. C., cuando inició la conquista de un imperio más allá de sus fronteras.
En un principio, los esclavos, poco numerosos, convivían en la casa familiar, compartiendo el culto y los trabajos. Es a fines del siglo III a. C., cuando el número de esclavos aumenta, como consecuencia de las guerras de conquista, se los mantiene alejados de la casa familiar y crece la tensión en relación al sometimiento.
Había diferencias sociales entre los mismos esclavos. No era lo mismo ser esclavo por motivo de guerra, que ser nacido de mujeres esclavas. Estos últimos recibían el nombre de vernae y gozaban de cierto prestigio que los distinguían de los primeros, que no habían nacido en esa condición, habiendo sido convertidos en tales, por causa de la guerra.
Otro modo de obtener esclavos era el abandono de niños, quienes los recogían eran libres de hacerlos esclavos si así lo deseaban.
También el comercio a larga distancia, con pueblos y comunidades más allá de las fronteras del imperio, era para Roma un modo más de abastecimiento de nuevos esclavos. El historiador Procopio constató la costumbre de los comerciantes romanos de cambiar sal y granos por esclavos. Otro medio, era la piratería.
Para aquellos que se convertían en víctimas de guerra, el salto brusco y repentino de un estado de libertad a un estado de servidumbre, de ser dueños de sus actos, a convertirse jurídicamente en res (cosa) debía ser aniquilador.
En el año 22 a. C., dos tribus hispánicas, los satures y los cántabros, se rebelaron contra el poder romano. Rápidamente fueron contenidos y reducidos a la esclavitud, pero muchos prefirieron el suicidio antes que el sometimiento.
Los romanos también podían caer en esclavitud si otros pueblos los vencían. Así, en el año 28 d.C., un contingente de 400 tropas romanas, se dio muerte antes de arriesgarse a ser conquistados por los frisones.
No había ninguna actividad que les estuviera prohibida, salvo el servicio militar.
La libertad de un esclavo podía obtenerse a través de la manumisión, ya sea pública, otorgada por el estado o privada, a cargo de los dueños, por ejemplo, a través de un testamento o inscribiéndolos en el censo. Obtenida la manumisión, pasaban a convertirse en libertos, y algunos llegaron a ocupar cargos y obtener riquezas.
Las guerras de conquista obligaron a que muchos hombres adultos, tuvieran que incorporarse a las legiones, por un lapso mínimo de siete años. Muchas familias de campesinos quedaron así privadas de la fuerza de trabajo.
Muchos ricos y poderosos, invirtieron en tierras italianas y muchos campesinos empobrecidos debieron abandonar sus tierras, siendo sustituida la mano de obra campesina por la esclava.
En el año 136 a.C. acaeció en Sicilia una importante sublevación de esclavos que fue sofocada. Disturbios similares sucedieron en el resto de Italia, y Roma se enfrentó con una nueva amenaza.
Espartaco, un gladiador Tracio, de una escuela de gladiadores de Capua, en el año 73 a. C., escapó y logró constituir un ejército de esclavos fugitivos, aproximadamente de 120.000 hombres, concentrados en el monte Vesubio. Se apoderó prácticamente de toda la Italia meridional, entre matanzas y saqueos.
En el año 72 a. C. derrotó los ejércitos de los cónsules Cornelio Léntulo y Lucio Gelio. En el año 71 a. C., Marco Licinio Craso venció a Espartaco en Bruttium, terminando la rebelión con la muerte de Espartaco y la crucifixión de 6.000 esclavos. A lo largo de la vía Apia, hileras de cruces llegaban de Roma a Capua. Pompeyo terminó con las bandas de rebeldes que se habían salvado.
En general, la resistencia no era revolucionaria, ya que la mayoría de esclavos no estaba casi nunca motivada por imperativos ideológicos que hicieran referencia a cambios políticos y sociales, sino que solo trataban de protestar contra el sufrimiento y vengarse de sus propietarios.
Calístrato nos cuenta que los esclavos que conspiraban contra la seguridad de sus amos eran generalmente quemados vivos como castigo, lo que significa que las conspiraciones de este tipo no eran escasas.
En la antigua Roma, nunca se produjo la abolición de la esclavitud, aunque, sobre todo, en el Principado, obtuvieron una serie de mejoras.
Luego del cristianismo, siguió manteniéndose como institución, aunque mitigada en su rigor, pero reconocida como voluntad de Dios. Dijo San Agustín, que la esclavitud era el castigo que Dios imponía al pecado. A los esclavos devotos, las enseñanzas de obediencia y sumisión les bloqueaban automáticamente la posibilidad de reivindicar su libertad. En este período se establecen concesiones, como la prohibición de marcar con hierro candente la cara de los esclavos o la calificación de homicida a quien causare la muerte intencional del esclavo. Los niños esclavos que fueran abandonados al nacer, fueron libres a partir de emperador Constantino.


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La ley de las XII Tablas, primera ley romana que data del año 450 a. C., llamaba familia al conjunto de bienes de un ciudadano sui iuris (no sujeto a potestad), fallecido sin testamento y que se transmitía, a falta de herederos suyos y necesarios (descendientes directos), al agnado (pariente por vía de varones) más próximo.
En sentido restringido, familia o domus, significaba la reunión de personas sometidas a la potestad o a la manus (poder sobre la esposa) de un pater familias (jefe familiar). Comprendía a todos los descendientes bajo su potestad y a la mujer in manu (casada en justas nupcias) que era equiparada a los efectos sucesorios, a una hija (loco filiae).
El pater, varón vivo más antiguo del seno familiar, era el jefe absoluto de su familia y sacerdote del culto doméstico, donde los antepasados muertos, eran divinizados.
La familia era una unidad política, económica y religiosa, cuyos integrantes estaban vinculados entre sí, por un vínculo civil, la agnación (parentesco por vía masculina) constituyendo la familia proprio iure, que incluía todos los parientes unidos por un mismo pater.
Cuando un pater moría, cada hijo varón se convertía en sui iuris y jefe de su propia familia; pero entre esas personas que habían estado bajo la autoridad del mismo pater, seguía habiendo un vínculo agnaticio, que conformaba la familia communi iure.
También era familia, la reunión de personas, ligadas por un vínculo de sangre (por vía paterna o materna) por tener entre ellas un ascendiente común. Ese sería nuestro concepto actual de familia, que recién en el Imperio, bajo el reinado del emperador Justiniano, cobró relevancia jurídica.
El poder absoluto del pater, se denominaba potestas y comprendía:
a) El dominium: poder sobre las cosas.
b) La patria potestas: poder sobre los hijos.
c) La manus: poder sobre la esposa.
d) El mancipium: poder sobre personas extrañas que se
incorporaran a la familia en causa mancipi, por ejemplo, por
resarcimiento de un daño causado al pater.
e) La domenica potestas: sobre los esclavos.
En un principio, el pater era el jefe absoluto del grupo familiar, y podía disponer hasta de la vida de sus miembros. No había leyes que lo limitaran, sino solamente las costumbres del grupo familiar (mores) que le imponían la convocatoria en ciertas situaciones, de imponer un castigo grave, la convocatoria de un concilio doméstico. Era también el dueño de todo el patrimonio familiar del que podía disponer por actos inter. vivos (por ejemplo una venta o donación) o mortis causa (testamento).
El poder ilimitado del pater va sufriendo restricciones. En la República, los censores, estuvieron facultados para sancionar los abusos cometidos por los paters en ejercicio de la patria potestad y en el Imperio, lo serían los propios emperadores. También poco a poco va surgiendo la posibilidad de que los filius pudieran tener su propio peculio.
En el Imperio, con la influencia del cristianismo, se redujeron notablemente los poderes del pater.
La familia se constituía a partir del matrimonio legítimo, o justas nupcias formándola los cónyuges, y todos los descendientes nacidos de esa unión (filius), y de los descendientes de esos filius, que también eran filius familias. La cabeza de la familia, no sometida a postad era el pater, los filius eran allieni iuris.
También ingresaban a la familia, personas extrañas como las nueras, los adrogados (adopción de un sui iuris, que ingresaba con todas las personas que estuvieran bajo su potestad) o por adopción de un allieni iuris.
La hija que se casaba mediante justas nupcias, daba origen al matrimonio cum manu y pasaba a integrar la familia agnaticia del marido, conservando con su familia el vínculo cognaticio o de sangre.
Para los romanos, el matrimonio era la unión de dos personas de diferente sexo efectuada con la intención común de ser marido y mujer, procreando y educando a los hijos, que de dicha unión nacieran, constituyendo entre ellos una comunidad absoluta de vida.
El matrimonio romano tenía algunos rasgos peculiares que hicieron de él, un instituto distinto del matrimonio moderno.
En efecto, no constituía un acto jurídico que se perfeccionara con el cumplimiento de formalidades especiales, sino que estaba integrado por un elemento objetivo derivado del hecho de la convivencia del hombre y la mujer y otro subjetivo o intencional representado por la affectio maritalis, entendiéndose por tal, la intención de ser marido y esposa. A pesar de tratarse de un elemento subjetivo, se exteriorizaba por determinadas conductas de los cónyuges: compartir la mesa, vestir la mujer con ropas adecuadas a posición social de su marido o el trato de la mujer hacia los familiares de su esposo. La mujer ocupaba el rango social del marido y gozaba de la dignidad de esposa.
La convivencia de los esposos, debía ser un estado permanente y duradero, porque el simple acuerdo inicial de considerarse marido y mujer no bastaba para configurar el matrimonio, comenzando la vida en común en el momento que la mujer era introducida en el domicilio conyugal, sin importar que el marido estuviera ausente.


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Los romanos tenían dioses para toda la comunidad, que representaban el culto oficial y dioses privados, pertenecientes a cada familia en particular, ya que cada una de ellas era una unidad política, económica y religiosa.
La tríada oficial estaba integrada por tres dioses de origen indoeuropeo: Júpiter, Marte, dios de la guerra y Quirino, que era el rey Rómulo divinizado. Esta tríada fue reemplazada, bajo la influencia etrusca, por Júpiter, Juno y Minerva, representados con forma humana (antropomorfismo).
Había dioses que representaban a las fuerzas de la naturaleza, llamados númenes a quienes se les rendía culto en los campos, cuevas y bosques.
El personaje dominante de la religión estatal, era el Pontífice Máximo, que ejercía autoridad sobre el resto de los sacerdotes, que no se dedicaban sólo a la función religiosa sino que eran aristócratas que además desempeñaban las magistraturas o cargos militares.
Entre los más destacados sacerdotes, pueden mencionarse, a los Pontífices, organizados en un colegio de quince miembros. Probablemente su nombre signifique “hacedores de puentes”, al ser esa su función en los orígenes. Su función era fundamentalmente jurídica, brindando asesoramiento legal y supervisando las fiestas estatales y el calendario.
Los augures se encargaban de consultar la voluntad de los dioses, para saber si un día era apto o no, para realizar alguna acción (fasto o nefasto). Para comprender esta situación observaban ciertos signos de los animales, como el apetito de los pollos sagrados o el vuelo de las aves.
Los auríspices, cumplían la misma función de adivinación que los augures, pero la consulta a los dioses la hacían a través de las entrañas de los animales sacrificados, costumbre heredada de los etruscos.
Las vestales eran sacerdotisas consagradas al culto de la diosa Vesta, siendo inviolables al igual que el templo. Ingresaban a los 16 años, y durante 10 años se desempeñaban como aprendices, luego ejercían la función de cuidar el fuego sagrado durante 10 años y luego pasaban otros 10, enseñando a las novicias. Durante su desempeño realizaban voto de castidad, que si no era cumplido, eran quemadas vivas. Debían limpiar el templo de Vesta los días 24 de marzo, 24 de mayo y 16 de junio de cada año.
Dentro de los dioses familiares estaban los lares o dioses del hogar que lo custodiaban y estaban siempre en él. Cuando la mujer, extraña a la familia se incorporaba, por justas nupcias, y antes de realizar el ritual de tomar los dioses del marido ante el fuego sagrado, el reciente esposo la cargaba en sus brazos para atravesar el umbral, para que los dioses que allí moraban no se enojaran, ya que ella aún conservaba sus propios dioses familiares. Las habitaciones de la casa daban a un patio, llamado atrio, donde en una capilla se les rendía homenaje. El fuego sagrado, siempre encendido, era símbolo de devoción y respeto. A cargo de la religión familiar se hallaba el paterfamilias.
Los penates, representados por dos jóvenes que sostenían el cuerno de la abundancia, protegían las pertenencias materiales de los miembros del grupo familiar.
Los manes eran los antepasados muertos, a quienes cada familia ofrecía rituales particulares.
Cuando se produjo la conquista de Grecia, los romanos tomaron como propios los dioses griegos a quienes cambiaron la denominación, a excepción de Apolo que continuó con el mismo nombre.
La equivalencia entre dioses griegos y romanos fue la siguiente:
Griegos-Romanos
Zeus-Júpiter (Dios principal, del cielo y del trueno)
Hera-Juno (Dios de la fertilidad)
Atenea-Minerva (Diosa de la sabiduría)
Ares-Marte (Dios de la guerra)
Artemisa-Diana (Diosa de la caza)
Hermes-Mercurio (Dios del comercio)
Hefesto-Vulcano (Dios del fuego)
Hestia-Vesta (Diosa del hogar)
Apolo-Apolo (Dios de la belleza, de las artes
y de la profecía)
Afrodita-Venus (Diosa del amor)
Deméter-Ceres (Diosa de a fertilidad)
Poseidón-Neptuno(Dios de los mares)
Dionisio-Baco (Dios del vino y de las
fiestas)
Eros-Cupido (Dios del amor)
Cuando Roma conquistó Oriente, su culto influye decididamente en los conquistadores, tiñendo su religión de un contenido moral, que hasta entonces carecía, ya que la religión romana se componía de una mezcla de ceremonias y ritos que intentaban solamente lograr el favor de los dioses. La religión oriental ofrecía la oportunidad de redención, otorgándole suma importancia a las comidas rituales, al sufrimiento como modo de perdón de los pecados y a las ceremonias de purificación.
Dentro de las ceremonias de purificación, se destacó la de taurobolium, primero dedicada al culto de Cibeles y que luego se extendió a otros dioses. En este ritual de purificación, el devoto era colocado en un hoyo y bañado con la sangre de un toro sacrificado.
El culto a la Magna Mater o Cibeles, diosa de la tierra y protectora de su pueblo, a quienes les otorgaba frutos y mieses; salud y protección, tuvo su origen en Frigia (Asia Menor), y fue adoptado por los romanos en el año 204 a. C., como resultado de una profecía que vaticinaba que esta diosa los ayudaría a vencer a Aníbal. Durante las conmemoraciones en su honor se recordaba a su esposo Attis.
Attis era el Dios de la vegetación, que había muerto y resucitado, manifestándose eso en las estaciones, realizándose en su honor, ritos frenéticos.
El culto de la muerte y de la resurrección también se ofrecía en honor al dios egipcio, Osiris, víctima de la maldad de su hermano Seth.
El culto a Mitra, dios iranio, estaba reservado a los hombres, sobre todo para los soldados, representándolo como un muchacho que está matando un toro. De la sangre del toro surgiría la vida vegetal y animal.
En el año 313 se adoptó el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano.


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Roma, como la mayoría de los pueblos de la antigüedad adoptó una religión politeísta, que contaba con dioses para todos los romanos, y con una religión familiar, que nucleaba a sus miembros, en torno a la adoración de sus antepasados muertos. La prédica de Cristo fue rechazada en Roma, al punto de costarle la vida al propio Jesús, y sus seguidores fueron perseguidos y condenados por la mayoría de los emperadores.
Nerón, fue uno de los emperadores que más se ensañó con los cristianos, que no adoraban a los dioses locales, y se negaban a reconocer al emperador como un ser divinizado. Las ideas de caridad e igualdad cristianas, parecían oponerse al espíritu guerrero y jerárquico de los romanos. Por estas causas, acusó a los cristianos del incendio de Roma, ocurrido en el año 64.
Los emperadores Trajano y Adriano, fueron más tolerantes con el cristianismo, con la condición de que no violaran las leyes romanas.
En el año 285, Diocleciano, persiguió al cristianismo considerándolo una amenaza para el imperio. Esta nueva religión que primero fue adoptada por los grupos sociales más humildes, comenzó a ser predicada por todos los sectores de la sociedad. La explicación puede encontrarse en la crisis que se vivía en esos momentos, tanto en materia de seguridad, como económica y de valores espirituales. El cristianismo ofrecía una nueva oportunidad de reivindicación moral y religiosa.
Diocleciano privó a los cristianos de todos sus derechos, quemó copias bíblicas y demolió iglesias. Esta hostilidad cesó recién con el decreto de indulgencia, de Galerio del 30 de abril del año 311, donde se reconoció a los cristianos existencia legal.
El emperador Constantino, en el año 324, asumió el poder total de Roma, atribuyendo su asunción a fuerzas divinas. Un panegirista galo, anunció que el nuevo emperador había tenido una visión de Apolo, en un santuario de la Galia. La visión era de una cruz encima del Sol, seguida de las palabras “con ésta vencerás”. A la noche siguiente, Cristo se le apareció en un sueño, mostrándole el sentido de lo que había vislumbrado.
La tarde anterior a la batalla del puente Milvio, el 28 de octubre del año 312, tuvo otro sueño, donde se le ordenó pintar en los escudos de sus tropas el monograma cristiano. Al vencer a Majencio, y con ello acceder al poder en todo occidente, relacionó ese triunfo con la simbología usada. Como tributo a su victoria, erigió un arco en roma, donde se escribió que el tirano Majencio había sido derrotado “por inspiración de la divinidad y su grandeza de espíritu”, refiriéndose al propio Constantino.
En el año 313, se promulgó el edicto de Milán, por parte de Constantino I, a cargo del Imperio Romano de Occidente y Licinio, del de Oriente.
En esa fecha el Imperio estaba compuesto por 50.000.000 de habitantes de los cuales los cristianos representaban el 10 %. Las propiedades de los cristianos que les habían sido confiscadas les fueron devueltas. El cristianismo comenzó a convivir en un pie de igualdad con el paganismo.
Luego de vencer a Licinio en Adrianópolis, se apoderó, en el 324 de todo el imperio.
Reconoció públicamente sus errores y la salvación que Dios le había concedido.
En el año 325 se reunió el concilio de Nicea (Asia Menor), donde se reunieron trescientos obispos, con el fin de lograr la unidad religiosa del imperio, ya que el cristianismo había sido objeto de distintas interpretaciones. El arrianismo, sostenía que Cristo era el primogénito de Dios pero no su misma sustancia, sino una criatura de origen temporal. En el concilio triunfó la tesis opuesta consagrándose la trilogía del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, siendo la misma sustancia el dios Padre y el Hijo. Los que no aceptaran esa fe serían desterrados.
En el año 326, Constantino se dirigió a Roma, lugar en el había estado en el 315, pero esta vez se negó a concurrir a una procesión y sacrificio en el Capitolio. La nueva capital se estableció en Constantinopla, donde antes había estado Bizancio. La nueva ciudad fue consagrada en el año 330, transformándose en ciudad cristiana, a pesar de que siguieron subsistiendo resabios del anterior paganismo, como estatuas y templos paganos, que ya no eran tenidos como sagrados. Se establecieron importantes iglesias, como la de la sagrada sabiduría.
En tanto, en Roma, en el 326, año de la visita de Constantino, se ejecutó a su hijo Crispo, en Pola, Dalmacia, por orden del propio Constantino, acusado de haber tratado de seducir a su madrastra, fausta, esposa de Constantino. Fausta también falleció a causa de un supuesto accidente en la bañera, donde se ahogó, aunque muchas versiones indican que fue la madre de Constantino la encargada de asesinarla, cuando se enteraron de que la acusación contra Crispo era falsa.
La madre de Constantino, ante estos hechos se dirigió en peregrinación a Tierra Santa.
Estos hechos hicieron sospechar a los opositores de Constantino que su conversión obedecía a razones de expiación de pecados por la cruel e injusta muerte de sus familiares.
Se puso en comunicación con el obispo de Jerusalén, donde se construyeron numerosas iglesias.
El bautismo de Constantino se produjo en el año 337, en su lecho de muerte, y fue enterrado en la iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla.
El emperador, Juliano el Apóstata (361-363), nuevamente comenzó una política persecutoria del cristianismo, pero a su muerte, el cristianismo resurgió con mayor intensidad.
El emperador Teodosio, el 27 de febrero del año 380, proclamó al cristianismo religión oficial del Imperio Romano.


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Antecedentes
Nació en el año 245, en Dalmacia, siendo su nombre completo (trianomina) Aurelio Valerio Diocleciano. Se inició tempranamente en la vida militar participando en numerosas campañas, en la frontera danubiana, en la Galia y combatiendo a los persas.
Con el término de la dinastía de los Severos, luego de la muerte de Alejandro, en el año 235, comienza para Roma, un período anárquico. En los cincuenta años subsiguientes se sucedieron muchísimos emperadores, que asumían aclamados por sus tropas, pero que en numerosas ocasiones eran pronto derrocados por otros personajes que les disputaban el poder. En ocasiones, algunas regiones debieron soportar gobernantes usurpadores que se arrogaban el mando por su propia determinación, coexistiendo varios gobiernos.
Diocleciano emperador
El remedio de esta crisis de gobierno apareció cuando Diocleciano fue aclamado emperador en Nicomedia, por sus tropas, el día 20 de noviembre el año 284, extendiendo su mandato hasta el año 305. Durante su gobierno, la figura del emperador adquirirá carácter divino, como en las monarquías de oriente, conociéndose esta etapa, y la de sus sucesores, como Bajo Imperio o Dominado, que se extendería hasta el año 475.
A partir de su asunción se impuso el uso de la diadema, y la ceremonia de arrodillarse ante su presencia. El emperador ya no fue más un funcionario estatal, como en el Alto Imperio, sino el único depositario de todo el poder soberano, aún por encima de las leyes, y al que todos los demás funcionarios le debían incondicional obediencia.
Reformas políticas
El Imperio Romano había adquirido una extensión de tal magnitud, que la defensa territorial y su administración se tornaba sumamente dificultosa. En el año 285, Diocleciano procedió a dividirlo en Imperio de Oriente, cuyo mando se reservó, y de Occidente, que encomendó a Maximiano, su camarada de armas, con capital en Milán, estableciendo una Diarquía.
En el año 293 se originó un sistema político llamado tetrarquía, nombrándose para su gobierno dos augustos, cargos que ocuparon Diocleciano y Maximiano y dos césares, de menor jerarquía que los augustos: En la parte occidental, fue nombrado césar, Constancio Cloro, a quien le correspondió dirigir Hispania, Britania y la Galia. El otro César fue Galerio, a quien le fue adjudicado Iliria y Grecia. Cada zona tenía sus propias finanzas, su ejército, su organización judicial y su Consejo del Príncipe. El Senado fue perdiendo paulatinamente el poder.
La sede del gobierno oriental fue establecida por Diocleciano, en Nicomedia (Asia Menor) y Maximiano, el de la parte occidental en Milán. Roma dejó de ser así la capital del Imperio, que había sido siempre.
Dividió al Imperio en cuatro prefecturas, en consonancia con la nueva organización: Oriente, a cargo de Diocleciano, con capital en Nicomedia, Illiria, al mando de Galerio, con capital en Sirmiun, Italia, bajo el poder de Maximiano, con capital en Milano y la Galia, a cargo de Constancio Cloro, con capital en Tréveris. Estas prefecturas estaban a cargo de prefectos pretorios, que ejercían su autoridad como delegados de los augustos o de los césares.
las reformas de diocleciano
La monarquía vitalicia y hereditaria de épocas anteriores, dejó de existir. Los augustos durarían en sus funciones 20 años, al cabo de los cuales ese cargo sería ocupado por los césares, quienes nombrarían dos nuevos césares atendiendo a la aptitud, y no al parentesco.
Reformas administrativas
Las prefecturas fueron divididas en 12 diócesis, a cargo de los vicarii, y a su vez, las diócesis, se subdividieron en provincias, que siendo en el principio de su reinado, 87, llegaron a 122, cuando abdicó. Las provincias quedaban subordinadas jerárquicamente al gobierno central.
Reformas militares
Aumentó el número de miembros del ejército que llegaron a reunir medio millón de hombres, profesión que jerarquizó, profesionalizándola.
Hasta entonces quien ejercía la autoridad civil y administrativa en una provincia adquiría el mando militar. A partir de Diocleciano, los “duces” o conductores, serían los jefes militares independientes de la autoridad civil, bajo la directa dependencia de los prefectos del pretorio y de los augustos o césares que correspondieran. Las legiones aumentaron a 60, de 39 originarias.
Reformas sociales
Se profundizó la división en clase alta (honestiores) que a su vez se subdividieron en subclases hereditarias y jerarquizadas, y los de clase baja (humiliores), con capitales menores a 400.000 sextercios, que comenzaron a agruparse por oficios.
Reformas religiosas
Fue un gran perseguidor de cristianos, sobre todo, luego de un incendio en su palacio, del que acusó a los que profesaban esa religión. El motivo principal era que ese nuevo culto, de Dios único, representaba un peligro a la adoración de su persona, que ya no podría justificarse.
Reformas judiciales
En el año 294, Diocleciano dictó una Constitución que reemplazó el procedimiento formulario, por el extraordinario. Las causas pasaron a ser resueltas por los presidentes de provincias, anulando las clásicas dos instancias: la etapa in iure que se realizaba ante el magistrado y la apud iudicem que se hacía ante el juez, aceptándose la apelación. De la sentencia del juez, ahora funcionario público, podía apelarse ate el prefecto, y esta decisión, ante el emperador.
Reformas económicas
Estableció precios máximos a los bienes y servicios por “el edicto del máximo” del año 301 para evitar la gran inflación, que no pudo frenarse con la acuñación de monedas.
Reformas financieras
Creó un sistema complejo de impuestos directos, que no podían trasladarse, e indirectos. Entre los primeros, figuraban el impuesto a la tierra o a las propiedades. Entre los indirectos que podían trasladarse al precio de los productos, estaban los impuestos aduaneros. Las aduanas interiores del imperio (circulaciones interprovinciales) grababan los productos encareciendo el precio final.
Además según la clase social, había impuestos que debían ser soportados por los senadores, comerciantes y artesanos.
El fin del mandato
El 1 de mayo del 305, cumplidos sus 20 años de mandato, los augustos Diocleciano y Maximiano se retiraron de la escena política. Diocleciano falleció en el año 313 en Spalatum (Dalmacia) donde había construido su residencia palaciega.
Esta organización impuesta por Diocleciano, se complementaría durante el reinado de Constantino, que logró unificar el imperio bajo su mando.


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El venerado como santo por la Iglesia Ortodoxa Constantino, gobernó un imperio romano en una época gloriosa, desde el año 306 hasta el día de su misma muerte (22 de mayo del 337), dejando como legado importantes obras y reformas en una larga vida que tuvo para la época ya que vivió 65 años.
Entre estas reformas importantes, de carácter revolucionario, se destaca la legalización de la religión cristiana en el año 313. Por esto se lo denomina por muchos como el primer emperador cristiano.
Además se lo conoce como quien refundó la ciudad de Bizancio con el nuevo nombre de “Nueva Roma”, conocida también como Constantinopla, que etimológicamente significa Constantini-polis, es decir, la ciudad de Constantino. Esta ciudad enigmática del imperio romano es la actual Estambul, capital de Turquía.
Proveniente de la ciudad actual de Nis llamada por aquel entonces Naissus de una familia de la que su padre, Constancio Cloro, casado por segunda vez con la hija del emperador romano de occidente Maximiano, conformaron una gran familia de la cual el futuro emperador de Roma era parte junto a seis hermanastros y la esposa de su padre Flavia Maximiana Teodora. Su madre tenía como nombre el de Elena.
Durante la primera tetrarquía a comienzos del siglo IV, Constantino comenzó su “carrera política” sirviendo en la corte de Diocleciano en Nicomedia luego de que su padre fuera nombrado como uno de los césares de la Tetrarquía durante el correr del año 293.
Durante la segunda tetrarquía su padre accede a los máximos niveles de poder, formando parte de la misma luego de la renuncia de los augustos Diocleciano y Maximiano y pasó a cogobernar la parte occidental del imperio.
Al morir el padre de Constantino en el año 306, en la actual ciudad de York en Inglaterra, lo que en aquella época era Ebocarum, en la britania romana durante una expedición en Caledonia contra los pictos, fue proclamado augusto, es decir, emperador.
A partir de este punto habrá una disputa por el poder por parte de los nuevos proclamados máximos gobernantes como el caso de Severo II que fue proclamado augusto por Galerio y el caso de Majencio que fuera llevado hacia el poder por mandato popular de los romanos.
Esta disputa se prolongó con intensos conflictos durante 20 años de la cual va a resultar victorioso Constantino el Grande. De la alianza entre Constantino y Maximiano así como de la caída de Severo, traicionado por sus propias tropas, resultaría la siguiente conformación del gobierno de Roma: un césar que fue Maximiano Daya y cuatro augustos, Majencio, Maximiano, Galerio y Constantino.el-emperador-constantino1.jpg
Luego se sucedieron una serie de luchas por el poder de la que paulatinamente se fueron disminuyendo la cantidad de gobernantes concentrándose el poder en menos manos como fue la Triarquía del 311 al 313, la Diarquía del 314 al 326 hasta llegar a la monarquía absoluta de Constantino que funda este concepto del “reinado absolutista” por derecho divino y hereditario. ¿Aquí podríamos tomar uno de los puntos inflexivos de la historia occidental?
En el sentido de la unión entre la religión católica y el poder político y económico como legitimante del mismo.
Entre los cambios importantes que llevó a cabo este emperador estuvieron la reforma de la corte, de gran cantidad de leyes así como de la estructura misma del ejército.
Antes de morir debido a una enfermedad se bautizó a fin de terminar su vida como un cristiano. En este sentido tuvo una importancia vital en la expansión de esta religión en todo sentido, llegando hasta ser un predicador durante los últimos años de su vida.
Así como estimuló el crecimiento del cristianismo y de su poder e influencia en la sociedad fomentó la persecución del paganismo. Durante su mandato varios templos paganos fueron destruidos y gran cantidad de sacerdotes fueron asesinados.
En este sentido la Nueva Roma, Constantinopla, es emblemática y representativa de los cambios introducidos por el Gran Emperador en la religión, favoreciendo ampliamente al cristianismo y persiguiendo al paganismo; transformando a la ciudad en la capital del imperio con cambio de dioses y cultos incluidos.
En cuanto a su característica falta de piedad no fue algo que utilizara solamente contra sus enemigos sino que éstos podían pasar a ser hasta sus propios familiares. En este sentido, se destaca la ejecución del emperador romano oriental, Licinio, que era su cuñado, al que estranguló en el año 325. Pero esto no fue todo, sino que mató a su propio hijo Crispo y a su esposa Fausta, de lo cual, al parecer, luego vivió atormentado por cometer semejante acto infanticida. El motivo de este asesinato no está claramente develado ni establecido pero se maneja información acerca de una posible relación sexual entre su esposa y su hijo (hijastro y madrastra).
Otras teorías señalan que Fausta sentía envidia de su hijastro, el que era un muy buen guerrero con casi seguras posibilidades de acceder al poder tras lo que Fausta le dijo a Constantino que su hijo no tenía respeto por el cristianismo.
Lo cierto es que estos “pecados” cometidos por Constantino intentarían ser “lavados” mediante el bautismo, con lo cual, el gran emperador podría pasar hacia el otro mundo en paz y no ir al infierno. Más allá del tormento que tuvo que soportar en vida por lo cometido.
Continuando con lo que tiene que ver con la obra de Constantino, más allá de sus crímenes y atropellos propios de la omnipotencia que otorga el poder, el emperador romano dispuso una gran cantidad de nuevas leyes como las que detallamos a continuación.
Se refleja en estos cambios legislativos el nivel de violencia social que se vivía y la siempre presente y naturalizada esclavitud.
Se señala que de alguna forma estas leyes de Constantino, flexibilizaron la dureza de algunas normas para mejor aunque se endurecieron otras.
Por ejemplo, se estableció que las niñas no podían ser secuestradas como sí sucedía hasta ese entonces.
Dispuso la pena de muerte para aquellos que abusaran en la recaudación de impuestos y prohibió algunas de las condiciones infrahumanas en las que se sometía a los prisioneros. Por ejemplo, no permitió que estas personas no puedan ver la luz del día durante toda la jornada y dispuso la obligatoriedad de que al menos una vez en el día tuvieran ese “privilegio”.
Se tuvieron algunas medidas que tendieron a una mayor piedad hacia los condenados disponiendo que se los podía conducir a morir en la arena no pudiendo marcarles la cara pero sí en los pies.
Una medida bastante dura contra los padres que permitieran que sus hijas fueran seducidas era que serían quemados con plomo fundido en su garganta. Qué nivel de subjetividad podía llegar a tener semejante medida y cómo se determinaría este “delito”, pues parece ser un elemento para castigar a sus enemigos así como una medida tendiente a aumentar la represión y control de los cuerpos y de la sexualidad, propia de la religión cristiana.
También intentó eliminar los juegos de gladiadores en el año 325, sin embargo esta medida no habría tenido el efecto esperado por Constantino.
Intentó asimismo limitar el poder de los propietarios de esclavos pero aún se mantenía la permisividad de los castigos físicos y hasta el derecho de darle muerte.
Abolió la crucifixión por cuestiones de “piedad cristiana” pero a cambio se introdujo la horca intentando demostrar la existencia de la ley romana y la justicia.
También permitió la celebración pública de la Pascua y uno de los más novedosos mandamientos tuvo que ver con el mundo del trabajo ya que introdujo el día de descanso, es decir, el domingo. En este día los mercados y las oficinas públicas no abrían sus puertas aunque en las zonas rurales esto tenía limitaciones y las oficinas públicas seguían tramitando las liberaciones de esclavos.
En el ámbito militar también hubieron importantes reformas en la era de Constantino que de alguna forma continuó los cambios que ya había comenzado a introducir Diocleciano. En este sentido lo más importante fue la separación del poder civil y el militar dentro de un contexto de varios cambios en la estrategia del imperio romano en relación al sector militar.
En cuanto a las grandes batallas militares que marcaron este momento del imperio romano de Constantino se encuentran batallas épicas como la que se desarrolló entre los dos sectores del imperio romano, es decir, por un lado los que estaban a favor de la tradicional religión pagana y por otro el sector de Constantino que defendía a la religión cristiana. Fue en la victoria de la batalla del llamado Puente Milvio la que lo transformó en el Gran Emperador y gobernante absoluto del imperio romano de Occidente luego de derrotar a Majencio. Poco a poco consolidó su supremacía hasta llegar a la gran batalla contra Licinio quien renegaba de la libertad de culto para con el cristianismo.
Esto derivó en una guerra civil en el 324 que representó una verdadera lucha de religiones.
Las batallas que otorgaron la victoria a los cristianos fueron en primer lugar, la de Adrianópolis en el 324 y luego el hijo de Constantino, Crispo obtuvo la victoria final en la batalla naval de Crisópolis. Esto derivó en el poder absoluto de Constantino con un gran imperio unificado.
Luego del gran triunfo de los cristianos con Constantino a la cabeza tuvo inicio el nuevo imperio romano del lado Oriental en el que se desarrolló toda una ciudad como centro de la prosperidad, el saber y la cultura.
La Nueva Roma, Constantinopla tuvo una cara nueva donde se sustituyeron todos los dioses paganos por los cristianos, es decir, hubo una refundación del imperio romano en esta nueva gran ciudad capital del mismo.el-emperador-constantino2.jpg
La nueva Basílica de los Apóstoles sustituyó al templo de Afrodita, se dispuso de un senado para la ciudad similar al de la antigua Roma así como también oficiales civiles. Se levantaron íconos de la religión cristiana como la Vera Cruz, la vara de Moisés y otras reliquias sagradas que cumplían la función de proteger a la ciudad que gradualmente se fue transformando en la capital del imperio romano.
Otra de la novedades que tuvo el gobierno de Constantino que produjo cambios históricos en la sociedad y en la subjetividad de “vida romana” fueron las leyes que transformaron a los oficios de panadero y carnicero en hereditarios fijando y sellando generaciones y generaciones de familias enteras.
Más importante aún fue el establecimiento de la conversión en siervos o esclavos de los colonos de las granjas, una medida fundamental que estableció las bases del feudalismo de la Europa de la Edad Media.
Los cambios en la moneda reflejaron momentos distintos de su reinado así como en relación a las necesidades que éste tenía, es así que las monedas utilizadas sufrieron varias transformaciones.
El título que se le otorgó por parte de los historiadores, como “El Grande”, tiene un sustento en su marcha victoriosa bélica en la cual sus éxitos militares lograron reunificar el gran imperio romano y ampliar su supremacía sobre otros territorios y naciones como los francos y los alamanes (germanos) durante los años 306 – 308 y 314 – 314. También triunfó sobre los visigodos en el 332 y los sármatas en el 334.
Su reinado fue sucedido por sus hijos al morir y luego de derrotar políticamente y mediante asesinatos a partidarios de Constantino que estaban bien posicionados como competidores en la sucesión del poder. En este sentido aprendieron bien el ejemplo paterno y fueron los hijos que tuvo con Fausta los que lo sucedieron en la detentación del imperio romano, estos fueron Constantino II, Constante y Constancio II, siendo el primero quien manejaría la voluntad de los otros. Quien estuvo a cargo en último término de la dinastía fue su yerno Juliano el que intentó una restauración del paganismo.


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El Corpus Iuris Civilis

Publicado por Hilda



Corpus Iuris CivilisANTECEDENTES
Con el imperio, la labor jurisprudencial llegó a ser fuente de Derecho, bajo el exclusivo control del Príncipe. Por conducto del emperador Augusto, quien asumió el 27 a. C, determinados jurisconsultos fueron investidos del derecho de emitir públicamente respuestas con fuerza de ley, de modo que las mismas eran obligatorias para los jueces.
Primero, la aplicación de las respuestas de los juristas se limitaba al caso particular sometido a su examen, pero luego, se extendió a una aplicación general (jurisprudencia).
Los jurisconsultos que carecieron de esta potestad, que se llamó Ius publice respondendi, también eran valorados por los jueces, en las respuestas que daban en ocasión de los procesos, dependiendo de la autoridad y reconocimiento de su emisor. Tal fue el caso de Gayo.
Se configuró así una etapa donde fue constante la labor jurisprudencial, a través de dos escuelas, la de los proculeyanos, fundada por Labeón, en general más progresista, y la de los sabinianos, fundada por Capitón y Masurio Sabino, más conservadora.
Otra fuente importante del Derecho del período imperial, la constituyeron las constituciones imperiales, producto de la voluntad del soberano.
Al principio del imperio, no tenía el emperador potestad legislativa, lo que sí adquirió a partir del emperador Diocleciano, quien gobernó entre los años 284 al 305, abundando la legislación surgida de su poder absoluto.
Así, estas dos fuentes del Derecho, los iura, o derecho emanado de los jurisconsultos, y las leges, surgidas de los emperadores, originaron una gran cantidad de normas, a veces contradictorias entre sí.
Para ordenar este caos que creaba dificultades en la interpretación y aplicación del derecho vigente, hubo varios intentos de ordenamientos. Así lo intentaron Paulo, Papirio Justo y Ulpiano, entre otros, pero no pudieron solucionar la confusión reinante.
El Emperador Diocleciano, ordenó la redacción de dos Códigos: el Gregoriano y el Hermogeniano.
A principios del siglo V, el emperador Teodosio II ordenó la redacción del Código Teodosiano. Todos estos códigos trataron de poner orden a las leges o constituciones imperiales.
Para ordenar el ius, o sea la respuesta de los jurisconsultos, el emperador Adriano, que gobernó entre los años, 117 al 138, resolvió que deberían tenerse en cuenta las opiniones de aquellos que gozaban del ius publice respondendi.
El emperador Constantino, en ejercicio del poder entre los años, 306 al 337, resolvió negar autoridad a las notas de Paulo, Ulpiano y Marciano, sobre Papiniano, exceptuando de dicha prohibición a las sentencias de Paulo.
Con respecto a estos intentos de poner orden en los iura, merece destacarse la Ley de Citas, en el año 426, época de los emperadores Teodosio II y Valentiniano III. La famosa ley estaba contenida en el Código teodosiano.
La ley de Citas, asignaba valor legislativo a las obras de cinco de los más grandes prudentes romanos: Papiniano, Paulo, Ulpiano, Gayo y Modestino, así como a juristas anteriores que estuvieran citados por ellos. En caso de divergencia, el Juez debía atenerse a la opinión de la mayoría. A igualdad de pareceres, el Juez debía tener en cuenta la opinión del grupo en que figurara Papiniano, y si éste no hubiera emitido opinión, recién el Juez, podía decidir según su criterio. Esta Ley fue muy criticada ya que se le objetó haber establecido un Tribunal de Muertos, ya que esos juristas ya habían perecido a ese momento.
EL CORPUS IURIS DE JUSTINIANO
En el año 527, Justiniano asume como emperador, del Imperio romano de Oriente, desarrollando una imponente obra política, religiosa y jurídica. En este último aspecto, la redacción de un cuerpo legal que unificaba el derecho vigente, lo inmortalizó, sirviendo de fundamento a los demás países civilizados para la codificación de su derecho.
Contó con el aporte de los más grandes juristas de su tiempo: Triboniano (500-547) un exitoso abogado de Constantinopla, Teófilo, maestro de Constantinopla y Doroteo, profesor de jurisprudencia de la escuela de Berito.
La redacción del Corpus, se llevó a cabo entre los años 528 y 535, siendo designado por primera vez con el nombre de Corpus Iuris Civilis, por Dionisio Godofredo, en su edición ginebrina de 1583, por oposición a la legislación canónica, que había tomado el nombre de Corpus Iuris Canonici.
La magnífica obra justinianea, está dividida en cuatro partes:
EL CÓDIGO
El Código, que fue una compilación de leges, sancionado primero en el año 529, denominado Codex Vetus, o viejo código, al ser reemplazado por el nuevo Código en el año 534, por razones de inaplicabilidad. Este nuevo código reunió, además, las decisiones dictadas a través de constituciones imperiales, para decidir cuestiones litigiosas, sin tomar en cuenta la Ley de Citas. Estas resoluciones, que alcanzaron el número de cincuenta, fueron denominadas, quinquaginta decisiones. También reunió otras normas que habían quedado fuera del Códex Vetus.
Para evitar reformas parciales, que rompieran la unidad legislativa, dispuso en el Cordi Novis (Código Nuevo) que si éste debía reformarse, se hiciera por medio de leges que debían ser reunidas en una colección independiente. Esto daría origen a las Novelas.
Este Código está dividido en doce libros, cada uno de los cuales se subdivide en títulos, con sus respectivas rúbricas, y estos, a su vez, están ordenados en fragmentos o leyes. Las Constituciones imperiales, están colocadas por orden cronológico, correspondiendo la primera al emperador Adriano, quien gobernó desde entre los años 117 y 138.
Las Constituciones están redactadas a veces en griego y otras veces, en latín, figurando muchas modificadas por las interpolaciones de quienes confeccionaron el Código.
El Libro I, contiene disposiciones relativas a las fuentes del derecho y a funcionarios públicos. Los Libros II al VIII, tratan temas de Derecho Privado, con normas sobre Derechos Reales, Personales, y Derecho Sucesorio. El Libro IX se refiere al Derecho Criminal y los libros X al XII, tratan del Derecho Administrativo y Financiero.
No ha llegado a nuestros días ningún manuscrito completo del Codex.
EL DIGESTO O PANDECTAS
Contenía la recopilación del ius y comenzó a regir el 30 de diciembre del año 534.
El 15 de diciembre del año 530, Justiniano dictó la Constitución De Conceptione Digestorum, dirigida a Triboniano, que era cuestor del Palacio.
El emperador dispuso que el trabajo debía ser realizado por una comisión de juristas que actuaría presidida por Triboniano.
Los miembros de la comisión debían realizar la obra, extrayendo las partes de las respuestas de los jurisconsultos que habían gozado a partir de Augusto, del ius publice respondendi, y que a la fecha estuvieran vigentes, estando facultados para modificar los textos clásicos, haciéndoles agregados o supresiones o enlazando sus contenidos, para evitar redundancias o contradicciones.
Justiniano se apartó del criterio establecido por la Ley de Citas, estableciendo que entre las opiniones de los juristas, ya no debería existir ningún orden de prelación.
También dispuso que la obra debería denominarse Digesto o Pandectas, términos que provienen del latín y griego respectivamente y significan “Colocar en orden” o “Colección completa que lo contiene todo”.
Ordenaba también que el Digesto debía dividirse en cincuenta libros, agrupados a su vez, en títulos, salvo los libros treinta al treinta y dos.
Precediendo la obra debía colocarse un índice de los autores y de las obras consultadas.
Prohibía el uso de abreviaturas o siglas y los números de los títulos debían escribirse con letras. También debían abstenerse de realizar comentarios, que oscurecieran la claridad de lo copiado.
La obra se concluyó el 16 de diciembre del año 533, comenzando a regir como se dijo al comienzo, en diciembre del año 534.
En sus cincuenta libros, constan las ideas vertidas en 2.000 obras de treinta y nueve juristas, que contenían aproximadamente 3.000.000 de líneas, que los compiladores, con un maravilloso poder de síntesis, redujeron a 150.000.
Las siete partes en que se divide este majestuoso exponente del Derecho son las siguientes: 1. Principios generales del Derecho y la jurisdicción; 2. Doctrina de la acción y de la protección de los Derechos Reales; 3. Obligaciones y Contratos; 4. Obligaciones y Relaciones de Familia; 5. Herencias, Legados y Fideicomisos; 6; Sucesión Pretoriana, Propiedad y Posesión, y 7. Derecho Penal.
Del Digesto se han descubierto diversos manuscritos, y muchos han llegado a nuestro tiempo.
LAS INSTITUTAS
Estaba aún en preparación el Digesto, cuando Justiniano, en el año 533, encargó a Triboniano, Teófilo y Doroteo la redacción de un trabajo elemental, destinado a los estudiantes, dándosele carácter normativo y siguiendo para su redacción el modelo de las Institutas que ya habían redactado los juristas clásicos, como Gayo, Ulpiano, Paulo, Marciano y Florentino.
La obra se dividió en cuatro libros, redactados en primera persona, para establecer que era el propio emperador el que establecía las normas. El primero se refiere a las Personas, el segundo a las Cosas, a la Propiedad, a otros Derechos Reales, y al Testamento. El terceto alude a la Sucesión legal, a las obligaciones nacidas de los Contratos y a la doctrina general de las Obligaciones. El cuarto posee normas sobre las obligaciones nacidas de los delitos y el proceso privado. Concluye con un título sobre juicios públicos.
LAS NOVELAS
En el año 535, concluido el Corpus, se hizo necesario dictar nuevas normas, que se conocen como Novelas, la mayoría escritas en griego, y fueron recopiladas en forma privada.
De las Novelas, o constituciones imperiales posteriores al código, han llegado a nosotros tres colecciones de carácter privado:
a) Epitome Iuliani: Colección de 124 novelas, ordenadas cronológicamente y escritas en latín, atribuidas a Juliano, un profesor de Constantinopla.
b) Authenticum: Son 134 novelas ordenadas temporalmente. Se denomina Authenticum, por haber cobrado autenticidad, a través de los juristas de Bolonia, pues mucho tiempo fue tenida como falsa.
c) Tiberio II, ordenó esta compilación que reunió 168 novelas, en lengua griega.


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lunes, 26 de noviembre de 2012

Leopoldo Lugones y Emilia Santiago Cadelago

Mi amor en tus ojos, el cielo.
Mi amor en tus manos, la suerte.
Mi amor en tu boca, el anhelo.
Mi amor en tu alma, el consuelo.
Mi amor sin el tuyo, la muerte.

Aquellas habían sido las palabras elegidas por el escritor Leopoldo Lugones para poner de manifiesto los profundos sentimientos que experimentaba por su amante, la joven Emilia Santiago Cadelago, en un poema que sería premonitorio de la gran tragedia final.

El reconocido poeta había contraído matrimonio en su juventud con Juanita González, el primer amor de su vida, formando una familia basada en importantes principios. Uno de ellos era la fidelidad, por lo que las décadas felices transcurridas por la pareja hicieron que Lugones se autoproclamara como el hombre más fiel de Buenos Aires.

Si bien ambos eran oriundos de Córdoba, pasaron gran parte de su vida en la capital del país.

Durante las primeras épocas de la pareja nació el hijo de ambos, quien fuera bautizado como Leopoldito, que con el tiempo no sólo sería único heredero de la familia, sino también recordado como uno de los personajes más nefastos de la historia argentina, ya que de adulto se convirtió en el instaurador de la picana eléctrica como método de tortura en nuestro país.

La fidelidad de Lugones hacia Juanita era tal, que incluso llegó a escribir un libro dedicado a su esposa, titulado “El libro fiel”, que fuera publicado en 1912. Mientras tanto, el poeta mantenía una rutina tranquila, sin sobresaltos, junto a su amada y abnegada esposa y su pequeño hijo, que crecía haciendo sentir viejos a sus padres.
Pasaron casi treinta años de matrimonio y fue en ese momento que un episodio atípico cambió para siempre el destino de la familia Lugones.

Corría el año 1926 cuando una hermosa joven llamada Emilia Santiago Cadelago se acercó a la Biblioteca del Maestro, situada en la calle Rodríguez Peña, entre Paraguay y Marcelo T. de Alvear, donde habitualmente trabajaba Lugones.

El motivo era sencillo, la joven estudiante necesitaba una copia del libro “Lunario sentimental” de Lugones, que al no poder conseguir de la forma tradicional creyó que el escritor podía llegar a facilitarle un ejemplar para su tesis universitaria.

El encuentro entre ambos fue trascendental, y más aún durante la cita que mantuvieron el 23 de junio de 1926, cuando Leopoldo Lugones le entregó a la joven un ejemplar de “Las horas doradas” en lugar de “Lunario sentimental”. Aquel no fue un problema para ella, ya que lo importante del encuentro estaba por producirse.

Pocos días después, Emilia comenzó a recibir llamados y cartas de Lugones, que si bien era mucho más mayor que ella, el amor que surgió entre ambos logró derribar cualquier tipo de barrera. Así se inició uno de los romances más perturbadores de nuestro país y de esta forma, lo platónico se convirtió rápidamente en una pasión desenfrenada.
Profundamente enamorados, la pareja se reunía en un pequeño departamento del barrio de Retiro, donde su amor clandestino no tenía objeciones, y podían vivir la felicidad de estar juntos, al menos por unas horas.

A partir de allí, Lugones había dejado de ser ese marido fiel que pregonaba, y Emilia se convertiría en la verdadera mujer fiel de Buenos Aires.

Durante seis años vivieron una pasión realmente intensa, que inició su derrumbe cuando el hijo de Lugones, que ya tenía 35 años, descubrió la verdad y amenazó a la familia de la joven para que Emilia dejara a su padre. Cuando la familia Cadelago supo la verdad, decidieron enviar a su hija a Montevideo, a fin de alejarla definitivamente de su amante.

La desesperación invadió la mente del poeta, quien pasó seis años intentando recuperar a su amada. Ante la imposibilidad de hacerlo, y totalmente desencantado con la vida decidió suicidarse el 18 de febrero de 1938, en una austera habitación de una hostería del Tigre.

Casi cinco décadas después murió Emilia Santiago Cadelago, después de vivir en la soltería y en la amarga soledad de amar en silencio al único hombre de toda su existencia.
Dª Inés de Castro y D. Pedro I de Portugal

La terrible historia de D. Pedro y Dª Inés, a bela garça, transcurrió en el convulso Portugal de principios del Siglo XIV. Sólo aspiraban a amarse, pero la fatalidad los hizo protagonistas y víctimas de la compleja política ibérica; en aquel tiempo aún más confusa por la implicación de los reinos peninsulares en la guerra de los Cien Años, comenzada en 1337.

En seis siglos, es probable que, con ánimo de embellecerla, la historia haya incorporado alguna escena de dudosa veracidad. Pero el cuerpo principal del romance está documentado con rigor, resultando tan estremecedor, que no necesitaría adorno alguno para transmitir tal halo de tragedia que la convierte en incomparable.



PRINCIPALES PERSONAJES

Dª Inés de Castro (1320 -1355): La heroína de nuestro relato.

Nacida en la comarca de Limia, en la actual provincia de Orense, tierras de la profunda Galicia. Hija natural de Pedro Fernández de Castro y Aldonza Soares de Valladares; su destino estuvo en gran parte marcado por los orígenes familiares. Al ser biznieta de Sancho IV de Castilla, resultaba prima segunda de Pedro I. Sus dos hermanastros, hijos legítimos del padre, participan en numerosas revueltas palaciegas que influyeron en el desenlace fatal.

Queda huérfana de madre siendo muy niña, fue enviada al castillo de Peñafiel (Valladolid), donde creció en compañía de Constanza Manuel, destinada a ser su dama de compañía. En tal desempeño escolta a su señora y amiga a la corte lusitana donde debe reunirse con su marido, el príncipe Pedro.

El Príncipe heredero, D. Pedro (1320 – 1367): ¿Héroe o villano? No es fácil discernir; la Historia lo recuerda con los apelativos de “El Cruel” y también “El Justiciero”.

En 1329 se pactó sus esponsales con la princesa Blanca de Castilla; la unión nunca se consumó, al parece por impedimento físico y mental de la novia y el vínculo fue anulado. En 1334 se acuerda una nueva boda con Dª Constanza Manuel. Nadie podía imaginar el trágico desenlace de la unión.

El Rey de Portugal, D. Alfonso IV, “El Bravo” (1290 – 1357). El malvado del romance. Dueño de vidas y haciendas no vacila en eliminar cuanto se interpone en sus deseos.

Hijo de D. Dinis y la reina Santa Isabel. Casó con la infanta Dª Beatriz, hija del rey Sancho IV de Castilla. De temperamento belicoso, las crónicas lo muestran en continuo enfrentamiento con padre, hermanos y hermanastros; con la vecina Castilla mantuvo innumerables guerras. Según los usos de la época, la consiguiente “paz perpetua” era sellada con bodas reales. Además de la propia, los dos casamientos que concertó para su heredero, fueron con sendas nobles castellanas.

La Princesa Constanza Manuel (1318 - 1349): Víctima inocente de la fatalidad. A pesar de intentarlo, no pudo evitar la infidelidad de su marido.

Segunda esposa de D. Pedro. Cuando sólo contaba cuatro años, su padre, el Infante D. Juan Manuel II, intentó convenir su casamiento con el rey de Castilla, Alfonso XI; fracasado en su ambición, vuelve la mirada hacia el entonces príncipe Pedro de Portugal, esta vez con éxito. La boda se realiza por poderes y cuatro años más tarde marcha a Lisboa a reunirse con su marido, propiciando de manera inocente el drama que nos ocupa.



La historia de amor

El desastre comienza a gestarse alrededor del año 1338, fecha en que la comitiva nupcial de Dª Constanza Manuel hace su entrada en la corte lusitana. La ceremonia religiosa se celebra en la Catedral de Lisboa, oficiada por el propio Arzobispo, con la pompa que exige el rango social de los contrayentes.

Las crónicas narran que, ya en el primer encuentro, D. Pedro quedó prendado de Dª Inés, a quien describen como: “bellísima, de esbelto cuerpo, ojos claros y colo de garça”. No se conoce con exactitud cuando nació la pasión entre ambos jóvenes, pero debió ser con relativa presteza. Lo confirmaría una anécdota ocurrida en 1343. Constanza urde una estratagema para separar a los enamorados; designa a Inés madrina del recién nacido infante D. Luis, confiando en que el parentesco espiritual así adquirido indujese a los amantes a poner término a la relación. No se sabe si el artificio surtió efecto, la fortuna, una vez más, se muestra esquiva con la princesa. El infante muere a los pocos meses y el romance continúa.

Ante el giro de los acontecimientos, el rey decide actuar con energía. Destierra a Inés de Portugal, confiando en que la separación física de los amantes mitigue su ardor. La maniobra surte poco efecto. En espera de tiempos mejores, de acuerdo con D. Pedro, la novia busca refugio en el castillo de Albuquerque, pequeña localidad extremeña a la vista de la frontera portuguesa.

En Octubre de 1345, muere la infortunada Constanza al dar a luz al Infante D. Fernando. La viudedad del príncipe elimina gran parte de las razones de escándalo aducidas por los contrarios al idilio, circunstancia que D. Pedro aprovecha de inmediato. En contra de la voluntad real, rescata a Dª. Inés del exilio; la pareja marcha a vivir lejos de la corte, al norte de Portugal, allí nacieron sus cuatro hijos, los Infantes D. Alfonso (muerto aún niño), D. João, D. Dinis y Dª. Beatriz. Mas adelante, ante la aparente calma de la situación, retornan a Coimbra, yendo a vivir en la vecindad del Convento de Santa Clara, en una finca situada en las laderas del valle que baña el río Mondego. En recuerdo de los sucesos que narramos, el solar se donde se asentaba es llamado “Quinta das lágrimas” (¿Algún idioma iguala al portugués en poner nombre al hado?)

En esta época feliz el príncipe se alejó de la política, de la corte y de sus obligaciones de heredero. Pero pronto, la apacible vida de los amantes se verá turbada por causas a las que desearían permanecer ajenas. Un sinfín de circunstancias confluyen para sellar el destino fatal de nuestra protagonista.

• En primer lugar se encuentra la cuestión dinástica: Alfonso IV intenta varias veces organizar para su hijo una tercera boda con princesa de sangre real, pero Pedro rechaza tomar otra mujer que no sea Inés. El único hijo legítimo de Pedro, el futuro rey Fernando I de Portugal, se mostraba un niño frágil, mientras que los bastardos de Inés prometían llegar a la edad adulta. Si el infante muriese, sin duda reclamarían derechos a la corona, sumergiendo al reino en nuevas calamidades.

• En segundo término hallamos la complicada situación política: Los reinos peninsulares se han convertido en campo de batalla diplomática, donde Inglaterra y Francia, enfrentados en su interminable guerra, tratan de atraerlos a su bando. Las diputas internacionales entremezcladas con las propias luchas dinásticas, justifican el apelativo de “época turbulenta”. D. Fernando y D. Álvaro Pires de Castro, hermanastros de Dª Inés, aparentan un progresivo ascendiente sobre el príncipe, induciéndolo a inclinar su política hacia Castilla, donde llega a presentar su candidatura al trono.

El Rey aunque preocupado por las implicaciones políticas que conlleva la influencia de la familia Castro, es en particular sensible el riesgo de futuros conflictos civiles enfrentando hijos legítimos con bastardos, moneda de cambio en la época. La reiterada negativa del príncipe a contraer nuevo matrimonio real no contribuye a ahuyentar los temores. Dª Inés es un obstáculo en apariencia infranqueable. Parecería que sólo la muerte podría separar a los enamorados.








¿La muerte? No es obstáculo insalvable. En consejo celebrado en el palacio de Montemor-o-Velho D. Alfonso presta su conformidad al asesinato de la infortunada enamorada. La sentencia se ejecutará en la propia residencia de la pareja en Coimbra, aprovechando alguna ausencia de D. Pedro, muy aficionado a la caza.

Llegados a este punto, las versiones discrepan sobre la secuencia de los hechos, la más enternecedora afirma que el rey manda llamar a Dª Inés para comunicarle la sentencia fatal. Ella acude acompañada de sus cuatro hijos. El gran Luis Camões en la estrofa 127 del canto III de “Os Lusíadas” narra así la petición de clemencia de Dª Inés:

Ó tu, que tens de humano o gesto e o peito

(Se de humano é matar hûa donzela,

Fraca e sem força, só por ter sujeito

O coração a quem soube vencê-la), A estas criancinhas tem respeito,

Pois o não tens à morte escura dela;

Mova-te a piedade sua e minha,

Pois te não move a culpa que não tinha.

¿Las súplicas surtieron efecto? En principio así lo parece, el rey autoriza el regreso de Inés a su residencia; pero de inmediato cambia de parecer y ordena a tres cortesanos cumplir la sentencia. Otras crónicas no recogen esta entrevista; el veredicto se ejecuta nada más pronunciado.

Existiese o no la audiencia real, todas las versiones coinciden en la continuación: Pero Coelho, Álvaro Gonçalves y Diego López Pacheco se dirigen al Monasterio de Santa Clara, próximo a la “Quinta das lágrimas”, que alojaba a Inés y sus hijos en la ausencia de D. Pedro. En el jardín, en presencia de los niños, la degüellan sin piedad. Era el 7 de Enero de 1355.

La Venganza

La desaparición de Inés no propició la esperada tranquilidad. De inmediato D. Pedro culpa a su padre del asesinato. En unión de los Castro, agrupa en torno suyo una facción de la nobleza y encabeza una revuelta contra el Rey. Los sublevados llegan a poner sitio a Oporto, pero antes de que las aguas salgan por completo de cauce, la reina Dª Beatriz interviene entre los contendientes, logrando, sino la reconciliación, al menos la paz, que se formaliza el 15 de Agosto del mismo año en Canaveses. Por este acuerdo, el rey delega una parte importante de sus responsabilidades en el heredero, quien, a cambio, depone las armas, promete olvidar el pasado y perdonar a todos los implicados en la conjura que acabó con la vida de Dª Inés.

El comportamiento de D. Pedro, en contra de la leyenda que trata de mostrarlo desconsolado, es bastante contradictorio. La revuelta contra el padre, principal responsable del crimen, no parece muy convincente; en tan solo ocho meses aplaca su ira hasta el punto de llegar a un acuerdo favorable para sus aspiraciones de poder. En 1356, apenas un año después del crimen, Dª Teresa Lourenço le da un nuevo hijo, el futuro João I, vencedor de los castellanos en la batalla de Aljubarrota e instaurador de la dinastía Aviz: es el auténtico superviviente de toda la trama

En 1357 muere Alfonso IV, el heredero pasa a ceñir la corona y da comienzo una venganza, tan cruel, que ha pasado a los anales.

Los asesinos de Inés, por consejo del rey moribundo, buen conocedor de su hijo, se habían exilado a Castilla. D. Pedro negocia con el rey castellano - que por capricho del destino tiene igual nombre y apodo, Pedro I, “El Cruel” o “El Justiciero” y también arrastra una amplia historia de pasiones - intercambiar los tres verdugos por algunos refugiados en Portugal. Como no podía ser menos, los reyes llegan a un acuerdo, Pero Coelho y Álvaro Gonçalves son devueltos a Portugal; Diego Lopes Pacheco, más afortunado, consigue cruzar a tiempo la frontera con Aragón y de allí pasa a Francia, donde se pierde su rastro.

La venganza fue consumada en el palacio de Santarém en presencia de otros cortesanos. D. Pedro mandó preparar un espléndido banquete de ceremonia mientras las víctimas eran amarradas a sendos postes de suplicio y torturados con toda crueldad. Luego, mientras comía con parsimonia, (e bebe o seu vinho tinto, según las crónicas portuguesas) ordenó al verdugo arrancarles el corazón: a Gonçalves por la espalda y a Coelho por el pecho. Por último, insatisfecho con el tremenda martirio, aún tuvo ira suficiente para morder aquellos corazones, que para él, por siempre serían malditos .

El Mito

En 1360, el ya rey Pedro I realizó en presencia de la corte la famosa declaración de Cantanhede, jurando que un año antes de la muerte de Inés ambos habían contraído matrimonio secreto. De esta forma ella alcanzaba el rango de reina y se legitimaban los hijos habidos en aquella unión. Los historiadores dudan de que la boda se hubiese podido celebrar; los contrayentes eran primos, para que el matrimonio fuese válido debían solicitar bula papal, documento imprescindible, de cuya existencia no se tiene prueba alguna.

D. Pedro, no muy dado a sutilezas legales, actuó acorde a su juramento. En el Monasterio de Alcobaça, sede de la mayor iglesia portuguesa, ordeno esculpir un túmulo funerario para Inés. Cuando estuvo finalizado, ordeno el solemne traslado de los restos desde Coimbra hasta la nueva sepultura. La lúgubre comitiva que trasportaba el cadáver, enlutada con todo rigor, era encabezada por el propio rey acompañado por prelados, cortesanos y burgueses. En el camino, el pueblo llano era obligado a salir a su paso, llorando y rezando por el alma de la fallecida.

Prosigue la leyenda. Una vez llegados a la corte, destino final de la comitiva, el cadáver se engalanó con vestimentas reales y sentado en el trono, todos los nobles fueron obligados a prestarle homenaje como reina de Portugal, besando su mano en señal de fidelidad y vasallaje. Por último, se depositó con enorme protocolo en el bello sepulcro tallado para ella.

La crónica moderna duda que la macabra ceremonia tuviese lugar; entonces ¿Cómo se explica el arraigo de la leyenda? Quizá, el dramatismo de la escena es tan intenso, que ha impresionado la imaginación popular hasta el extremo de convertirla en el núcleo central del mito de nuestra heroína, la desgraciada Inés de Castro ¡REINÓ DESPUÉS DE MORIR!

La última escena, en mi opinión la más hermosa, sucede siete años más tarde. Antes de morir el rey encarga tallar para él, otro túmulo funerario en el mismo estilo que el anterior de Inés; ambos tenían que ser colocados pies contra pies para que, el día de juicio, al despertar, lo primero que viese cada amante, con sus miradas cruzadas frente a frente, fuese la figura del otro, Ambas sepulturas, de estilo gótico, pueden admirarse en el Monasterio de Alcobaça. Se consideran los más bellos ejemplares del arte funerario portugués.

La última escena, en mi opinión la más hermosa, sucede siete años más tarde. Antes de morir el rey encarga tallar para él, otro túmulo funerario en el mismo estilo que el anterior de Inés; ambos tenían que ser colocados pies contra pies para que, el día de juicio, al despertar, lo primero que viese cada amante, con sus miradas cruzadas frente a frente, fuese la figura del otro, Ambas sepulturas, de estilo gótico, pueden admirarse en el Monasterio de Alcobaça. Se consideran los más bellos ejemplares del arte funerario portugués.

José Andrés Martínez

Collado Villalba, primavera 2005
San Martín y Remedio de Escalada

Maria Remedio de Escalada esposa de San Martin Historias de AmorUna velada en la casa de Don Antonio José de Escalada fue el lugar y el momento adecuado para que José de San Martín, recién llegado a estas tierras, conociera a la que sería su gran amor: María de los Remedios Carmen Rafaela Feliciano Escalada de la Quintana.

Al día siguiente de aquel encuentro, el Libertador escribiría a su amigo Mariano Necochea: “Esa mujer me ha mirado para toda la vida”, sellando así una relación que perduró por años y que se convertiría en leyenda.

Poco tiempo después de que José de San Martín llegara a Buenos Aires y luego de haber obtenido su graduación, y como solía acostumbrarse en aquella época, fue presentado en sociedad, pudiendo acceder así a las más tradicionales e influyentes familias de la ciudad. Entre estas familias se encontraban la de Don Antonio José de Escalada.

La historia de aquel hombre, un criollo rico que resumía la tradición de las viejas familias coloniales, combinadas con las formas más cortesanas que había dejado el virreinato, estaba casado en segunda nupcias con Doña Tomasa de la Quintana, quien a su vez tenía dos hijas, llamadas María de las Nieves y María de los Remedios.

San Martín llegó a la casa de los Escalada a través de Don Antonio, quien lo había invitado para una velada en la que además de la diversión habitual se discutirían cuestiones políticas. Pero lo cierto es que aquella reunión terminó convirtiéndose en un momento mágico, cuando las miradas de José de San Martín, de 34 años, y María de los Remedios de Escalada, de 15 años, se cruzaron por primera vez.

Así fue como finalmente ambos comenzaron un noviazgo, que fue aprobado por unanimidad por la familia Escalada, ya que San Martín había estrechado fuertes lazos con el clan, sobre todo con Don Antonio y con sus hijos Mariano y Manuel, quienes posteriormente acompañarían al Libertador en sus Campañas de Chile.

El ansia por concretar definitivamente su amor, llevó a San Martín a solicitar la reglamentaria licencia militar a sólo cinco meses de llegado al país, con el fin de efectuar la boda. Una vez autorizado el pedido de matrimonio por el Triunvirato, la ceremonia nupcial se llevó a cabo el 12 de setiembre de 1812, en la Catedral de Buenos Aires.

Lamentablemente, las obligaciones militares de José de San Martín hicieron que poco después de la boda, él debiera abandonar el hogar para marchar junto a los Granaderos a San Lorenzo. Mientras tanto, María de los Remedios permaneció en casa de sus padres, siendo ese el comienzo de una corta vida en común, en la que la pareja debería aceptar que lo primero era la Patria.

No obstante, el gran amor que María de los Remedios sentía por su marido acortó la distancia, y finalmente dos años después se reunieron en la provincia de Mendoza, momento en el cual San Martín asumiera como Gobernador de la provincia de Cuyo.

Decidieron entonces radicarse en Alameda, Mendoza, en la casa que cobijó su amor por un período escaso, pero que sería la temporada más larga que la pareja viviría junta, esto debido a las misiones emprendidas por el Libertador, entre las que debió llevar a cabo la preparación del ejército patriota, que posteriormente cruzaría la Cordillera de los Andes hacia Chile.

En Mendoza, Remedios, además de atender a su marido, también se dedicó a continuar con la práctica del espíritu hospitalario que había aprendido desde su niñez en su casa paterna, por lo que su hogar habitualmente recibía la visita de las más influyentes damas mendocinas.

Con ellas, remedios fundó la denominada Liga Patriótica de Mujeres, que colaboraría en la organización del Ejército de los Andes, donando joyas y bienes para adquirir el equipamiento de las tropas. Asimismo, este grupo de mujeres fueron las creadoras de la bandera que llevaría en alto el ejército encabezado por José de San Martín.

El 31 de agosto de 1816 nace la única hija de la pareja, que fuera bautizada Mercedes Tomasa, que durante el exilio de San Martín en Europa se convertiría en su única compañía.

Al llegar el momento de la partida hacia Chile, y ante la realidad de la enfermedad que padecía Remedios, quien había enfermado gravemente de tuberculosis, José de San Martín le pidió a su esposa que regresara a la casa de sus padres en Buenos Aires.

Lo cierto es que lamentablemente la enfermedad avanzó de forma rápida y certera, haciendo que Remedios encontrara la muerte el 3 de agosto de 1823, quien por esa época sólo tenía 27 años. De esta forma culminó para siempre aquella historia de amor, que a pesar de que se concretó en un matrimonio que duró 11 años, lo cierto es que vivieron más de la mitad separados, priorizando la Patria a sus sentimientos mutuos.