miércoles, 21 de noviembre de 2012


Akenatón el primer rey Hereje de la Historia

Si por hereje entendemos a aquel que tiene una opinión o doctrina opuesta al dogma ortodoxo establecido; sin lugar a dudas Amehotep IV, conocido como Akenatón e hijo de Amenofis III, lo fue.

Hablamos de un personaje todavía poco conocido. Algunos egiptólogos e historiadores o escritores creen que se trata de uno de los personajes más interesantes del Egipto antiguo. Además es considerado como el primer rey hereje en la historia, es decir, el primer gobernante que se atreve a desafiar a los dioses imperantes y desarticular el enorme poder del clero mediante serias transformaciones religiosas. Unos cambios radicales que desbarataron para siempre el orden establecido en el Egipto de los faraones.

Akenatón, fue el décimo faraón de la dinastía XVIII  en el periodo conocido como Imperio Nuevo de Egipto, y parece ser  que la herejía ya tuvo su origen bajo el reinado de su padre  y consistió principalmente en la sustitución de los dioses tradicionales egipcios por el culto al disco solar. Es decir, Akenatón pretendía cambiar la fuerte tradición religiosa politeísta egipcia-cuyo poder lo ostentaban los ambiciosos sacerdotes de Amón-, en un culto monoteísta a el dios Atón. Esta idea se convirió en una verdadera obsesión que llevó hasta sus últimas consecuencias, pudiendo estar en ella la clave de su desconcertante final.
Una idea fija que le llevó a considerar necesario cambiar su nombre. El faraón hereje asciende al trono entre los 16 y los 14 años con el mismo nombre de nacimiento que el de su padre: Imn htp, transcrito Amen-Hotep, que en el antiguo idioma egipcio significa “Amón está satisfecho” o “hágase la voluntad de Amón” pero  tras cuatro o cinco años de reinado, cambió el nombre de Amenhotep por el deAjenatón esto es, “útil a Atón” o “agradable a Atón.
El nuevo culto solar a Atón podría haber constituido una estrategia por la que la monarquía se desligaba finalmente del fuerte poder de los sacerdotes  de Amón. Una solución que ya anteriormente pero de manera muy tímida habían intentado Tutmosis IV y su sucesor Amenofis III-padre de AKENATÓN.  Sería finalmente este último quien de manera radical llevó adelante este profundo cambió religioso, aunque pero no sin ciertos efectos contraproducentes. Dichos cambios se desarrollarían a lo largo de varios reinados después del suyo y se detendrían con el fin de la dinastía.
El cambio de orden religioso propició, en aquel momento, fuertes convulsiones en la sociedad egipcia al ser eliminado de cuajo el culto de la gente a todos sus antiguos dioses, destruyendo así sus nombres. Fue especialmente dramático el culto a Osiris, al que el pueblo estaba muy unido por sus creencias en el más allá.
Asi que creo que Akenatón se grangeó no pocos enemigos entre el pueblo y en algunos sectores de la nobleza y el clero tebanos. A la vez, todos estos cambios de culto, de forma de vida, hicieron que el faraón descuidara sus obligaciones en política exterior, con lo que Egipto fué perdiendo fuerza e influencia en otros pueblos, volviéndose paulatinamente desfavorable la situación internacional para Egipto.
La tiranía de Akenatón según últimas investigaciones
Las  investigaciones llevadas a cabo por el prestigioso egiptologo Nicholas Reeves publicadas en 2002, han venido a arrojar una nueva versión sobre el conocimiento que se tenía hasta ahora del faraón. Reeves nos muestra a un faraón  “joven y arrogante” que se lanza a una verdadera revolución. Concentra todo el poder, político y religioso, en sus manos y hace construir nuevos templos -a cielo abierto para recibir los santos rayos del sol, lo que provocará más de un desmayo de fieles- y una nueva capital, Aketatón (Horizonte del Atón), proyectada, por lo visto, como una irradiación de la tumba que el propio Akenatón se hizo construir a las afueras. Luego abandona Tebas, la capital tradicional de la dinastía, para instalarse en Aketatón con toda una nueva clase gobernante.
Reeves sugiere, apoyado en textos, que pudo haber, además de motivaciones rituales y de estrategia política, otra razón en el cambio: un intento de asesinato del faraón a cargo de sectores que veían lo que se les venía encima. Akenatón establece, más que un monoteísmo, una nueva tríada divina: Atón, él mismo y su reina, Nefertiti. Sólo el faraón y su consorte poseen las claves del nuevo culto. El pueblo ha de adorarlos a ellos y sólo a través de ellos llega a Atón. Reeves subraya que cualesquiera que fueran las auténticas creencias de Akenatón, ‘el atonismo fue en la práctica poco más que un instrumento pragmático de control político’. En realidad, apunta, el dios de la religión de Akenatón era él mismo.
Furor iconoclasta
La pareja real se muestra en doradas procesiones que sustituyen a las de los grandes dioses del panteón tradicional egipcio. Unos dioses que pasan a estar prohibidos y cuyas representaciones, hasta la más ínfima, se persiguen con furor iconoclasta. Hay evidencias arqueológicas de que el pueblo, que nunca, al parecer, siguió masivamente la nueva ortodoxia, esconde incluso estatuillas minúsculas; el miedo es tangible en testimonios como ésos, como lo es en el furor con que, al pasar el tiempo, se destruyen los testimonios de Akenatón y su culto. Reeves llega a apuntar que la muerte de Tutankamón pudo ser un asesinato basado en el pavor a que el hijo de Akenatón tomase, de nuevo, el camino de su padre. Para entender lo que la proscripción de las divinidades significó para lo egipcios, hay que recordar que los dioses eran seres omnipresentes en la vida cotidiana en el país del Nilo: no estaban sólo en la base de la espiritualidad, sino que impregnaban cualquier elemento de la existencia práctica, incluidas la medicina y la ciencia.
La tumba de Akenatón
De los años finales de Akenatón no se sabe virtualmente nada.
¿Cayó en un declive físico? ¿Se volvió loco? ¿Lo confinó Nefertiti, cuyo destino final también ignoramos?
El cuerpo que se da como el de Akenatón, hallado en la tumba 55 del Valle de los Reyes -adonde se lo debió de trasladar desde la tumba que se hizo construir en su nueva capital, abandonada-, está demasiado maltrecho para revelar demasiado. Reeves no descarta que fuera asesinado.
Hoy en dia, akenatón sigue siendo un personaje intrigante y poco conocido se le ha considerado como una especie de místico o de un adelantado a su tiempo, pero a excepción de esta invetigación de Reeves, se sigue conociendo poco de su vida real. En lo que todos coinciden es en que durante los 17 años de su reinado hasta su presunto asesinato; la sociedad egipcia experimenta un serie de transformaciones  revolucionarias sobre todo religiosas, pero tambien en la política o el arte donde tuvo simpre como aliada a su  tan fascinante esposa Nefertiti.
Akenatón murió en el año dieciocho de su reinado, y es casi seguro que fué enterrado en la tumba que él mismo se hizo construir en la necrópolis de Tell-al-Amarna. Su cuerpo, no obstante, nunca fué encontrado.
Tutankamón ; la vuelta al sistema tradicional egipcio
Después de todo, el faraón Akenatón murió sin dejar hijos varones; así que  le sucedieron sus yernos, Semenkera y Tutankamón. De hecho, hasta la muerte de su suegro, Tutankamón llevaría el nombre de Tutankatón, en honor  al dios solar Atón cuyo culto, como hemos explicado,  había impulsado Akenatón con carácter casi monoteísta.
Tres años después de acceder al Trono, el nuevo faraón restableció el culto tradicional y el poderío de los sacerdotes de Amón, seriamente debilitado en el reinado anterior; al mismo tiempo, devolvió la capitalidad a Tebas, abandonando la capital creada por Akenatón en Amarna; y para simbolizar estos cambios, sustituyó su propio nombre por el de Tutankamón, que significa «la viva imagen de Amón”.
El reinado de Tutankamón no tuvo otro significado que este restablecimiento del orden tradicional del Egipto faraónico, bajo la influencia de los sacerdotes y generales conservadores.
Tutankamón murió cuando sólo contaba 18 años y llevaba seis de reinado. Fue enterrado según sus costumbres, en una tumba, rodeado de sus más preciados tesoros y gran cantidad de alimento del que dispondría en su otra vida.
Fuentes:
El País Digital por Víctor Rivas

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