jueves, 22 de noviembre de 2012

El Dios ancestral de la mitología nórdica

Asi lo imaginó, el pintor sueco, Georg Von Rosen en 1886.
Su aspecto era grotesco, con un solo ojo y sombrero oscuro.
Cuenta la leyenda, que el otro ojo lo dejó como pago después de haber bebido la fuente de Mimir, cuyas aguas otorgaban la sabiduría y la capacidad de profetizar el futuro.




Siempre iba acompañado de Hugin y Munnin, dos cuervos que representan la encarnación de la memoria y el pensamiento respectivamente.

El origen de Odin, se remonta a los tiempos de las crónicas dejadas por los romanos. De hecho, el historiador Tácito alude que los germanos adoraban a Wodan, identificándolo con el dios Mercurio. Entre muchos otros nombres, Odin es conocido principalmente como AlfordPadre de los dioses”.
En Inglaterra era conocido como Woden, pero tras la llegada de invasores procedentes de Escandinavia, los anglosajones empezaron a usar el nombre noruego de Odín, sustituyéndolo tiempo después.

Señor de la guerra


Era considerado como el antepasado de los reyes, y como tal, los recibía a todos en su morada tras la muerte. Relacionado con la guerra y la muerte, Wodan, sumía a sus seguidores en un trance antes de la batalla, lo que los hacía inmunes al dolor y al miedo antes de entrar en combate.
Poseía además una lanza, llamada Gungnir, creada por los enanos, que la usaba tanto para incitar a la discordia como para calmarla. Invocado en el campo de batalla, él podía conceder la victoria o por el contrario, denegarla, ya que se decía que el mismo dios arrojaba su lanza desde la retaguardia de las tropas. Además, su carácter dispar, hacía que en ocasiones diese la victoria a quién menos lo merecía.
También era el encargado de elegir para su ejército, a grandes guerreros, como el caso del rey Eirik Blodox.
Eirik Blodox, rey de Noruega.
Pero debido a esta actividad, se muestra infiel, cambiante, caprichoso, ya que después de ayudar a un gran guerrero, acaba traicionándolo, dejándolo que lo maten para que recorra el camino hacia el Walhalla.
Dios de Reyes
También al ser el dios de los reyes, su inestable carácter, hacía que de pronto, al igual que en los guerreros, hiciera favores a reyes, príncipes o nobles pero al mismo tiempo provocaba la muerte de los mismos, con el propósito de obligarlo a viajar al Walhalla y así contar con su ayuda cuando llegase el final del mundo.
Esto ocurre con favoritos de Odín como Sigmund o Hadding e incluso con Harald Wartooth, rey de los daneses, a quienes les daba buenos consejos o armas para la batalla pero que posteriormente eran muertos tras la mediación del dios, quitándoles las propias armas que les había entregado anteriormente y que los adversarios aprovecharan la ocasión para acabar con sus enemigos.

Dios de la magia y de la poesía

Considerado también el dios de la magia, gracias a ella, podía recorrer grandes distancias. Además, le otorgaba el don de cambiar su aspecto a su voluntad, y en ocasiones, adoptaba la forma de un águila.

Siendo el
dios de los poetas, se dice de él que sólo hablaba en verso y era el único que concedía el don de la poesía y de la inspiración.
El mito nórdico de la hidromiel
La inspiración de los poetas se conseguía gracias al hidromiel que el propio Odín, disfrazado de un mortal llamado Bolverk (“el malvado”), otra de sus cualidades, robó al gigante Suttung, gracias a la colaboración Gunnlod, hija de éste, para beneficio de la humanidad y para él mismo.
El hidromiel era el único alimento de Odín
El origen de la hidromiel en los mitos nórdicos se remonta al término de la guerra entre los Ases y los Vanes, cuando ambos bandos firmaron la paz escupiendo, simultáneamente, en una tinaja que fue transportada por los Ases para modelar a Kvasir, el más sabio de los hombres.
Kvasir viajó por todo el mundo enseñando su sabiduría hasta que un día fue a casa de dos enanos, Fialar y Galar, quienes lo mataron a traición y vertieron su sangre en una tinaja denominada Odroerir, en la que echaron después miel para crear el hidromiel. Los dos enanos, ahora con el líquido elemento, se toparon con el gigante Suttung, a cuyos padres habían matado a traición, y para conservar la vida le dieron la hidromiel, que finalmente fue a parar a manos de Odín.

Sacrificios humanos

Uno de los aspectos más escabrosos de la figura de Odín, es su relación con los sacrificios humanos, de hecho, se han encontrado en numerosas ciénagas, restos de personas sacrificadas en su honor dándoles muerte con una lanza para asegurarse que llegaran al dios una vez fallecidas.
Las crónicas, además, como la de Adán de Bremen,- en su Historia de los arzobispos de Hamburgo y Bremen-, narra que cada nueve años, en los árboles situados cerca del santuario de Uppsala, se celebraban fiestas en honor a los dioses, en especial a Odín, y
se colgaban como sacrificio a varios hombres y animales al igual que a los prisioneros de guerra en honor al dios.

El amor de Odín

Pero también existió un Odín enamorado, aunque fue rechazado. Se enamoró de una mujer joven y al parecer bella, una giganta, hija de un tal Billing.
Se acercó a su cama y ella le dijo que volviera por la noche, ya que sería indecente que cualquier otra persona conociera su mutua pasión.
Odín regreso al anochecer, pero se encontró con los guardianes de la casa despiertos, huyó y regresó a la mañana siguiente temprano, cuando los guardianes estaban dormidos, pero la muchacha había atado a la cama a un perro guardián para mantenerlo lejos…


Bibliografía
  • Lanceros, P.: El destino de los dioses: interpretación de la mitología nórdica. Madrid: Trotta, 2001.
  • Mitología: antología ilustrada de mitos y leyendas del mundo. Edición a cargo de C. Scott Littleton. Barcelona: Blume, 2004.
  • Page, R. I.: Mitos nórdicos. Traducción de José Ángel Fernández Canosa. Madrid: Akal, 1999.

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