sábado, 4 de mayo de 2013

La redundancia: ser recurrente

La oralidad es efímera. Por eso, el hablante debe prever modos de recordar al oyente el tema. Es bueno retomar, volver a mencionar lo que se expuso y referirse al propio discurso ("Antes hemos definido el texto. Dijimos que su rasgo esencial es la unidad, que está dada por la intención comunicativa. Ahora estamos viendo cómo se puede lograr esa unidad y vamos a dar unos ejemplos para analizar.").

En el discurso oral, a diferencia del escrito, este tipo de redundancia es aconsejable y agradecida, sobre todo si el tema es muy extenso o complejo. Ser recurrente significa volver sobre los propios pasos del discurso antes de seguir avanzando.

2.2.2- Los conectores: destacar las relaciones

En el habla, las ideas no pueden avanzar sin que se indique con énfasis su relación, porque el oyente no tiene la posibilidad que da un texto escrito de Lengua – Marcela Farré | 5

volver unos párrafos atrás y entender el sentido de lo nuevo que acaba de escuchar. Por eso, el hablante debe esforzarse por utilizar conectores. No sólo es bueno reiterar las ideas previas, sino también explicitar cómo ellas se vinculan con lo que viene. En el ejemplo citado antes, aparecen destacados en negrita los enlaces o conectores.

2.2.3- Comienzos y finales: impactar

El modo de empezar marca el éxito o fracaso de una exposición. Puede sonar exagerado, pero un hablante que erró en la forma de tomar contacto con su público va a necesitar muchos minutos en remontar la situación. En este sentido, la imagen personal y la cualidad de la voz son cruciales, pero también lo son las palabras con las que elegimos abrir el contacto. El impacto de la entrada es muy importante.

¿Qué efecto queremos causar? Seguridad y entusiasmo son cualidades esenciales. Para conseguir lo deseado, jamás se debería empezar una exposición con rodeos, frases que se alejan o desvían del objeto central. Hay que entrar en tema cuanto antes. Una anécdota puede ser útil sólo si es breve e interesante y lleva directo al tema.

Para
terminar tenemos que preguntarnos otra vez: ¿cuál es el objetivo buscado? Los minutos finales deben estar dedicados a conseguirlo. Por eso, en el cierre el hablante puede volver sobre lo dicho, retomar a modo de síntesis lo más importante, pero además lo tiene que expresar con convicción.

Debe hacerse con énfasis en el tono y repitiendo algunas de las palabras clave del tema. Esto es así también por el carácter efímero de lo oral. Dado que el oyente no va a retener todo el contenido, debemos asegurarnos de que al menos lo esencial permanezca en el recuerdo. Es normal que los oyentes se queden en la memoria sólo con la parte final, por tanto ¡hay que prepararla bien!

2.2.4 – La finalidad: asegurar el objetivo

A medida que la exposición oral avanza, el hablante tiene que asegurarse de que la comunicación es efectiva. Por eso, debemos estar bien preparados para mirar a la audiencia y "leer" los signos, decodificar sus gestos, su atención, su interés… y si no ocurren estas cosas, buscar modos de despertar ese contacto.

¿Qué maneras tenemos de asegurar los objetivos? El primer fin del diálogo es ser escuchado con interés: la función fática del lenguaje (estudiada en el
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Módulo I) es esencial en el intercambio oral. El segundo fin se refiere al contenido: además de que se nos atienda, debemos asegurar que se nos entienda.

-
Estrategias para comprobar que la relación marcha correctamente:

 Variar el tono de voz, pasar por ejemplo al rumor y de repente al tono de sorpresa y énfasis.

 Lanzar sorpresivamente una pregunta general al grupo, mirando con interés a todos.

 Interpelar a uno de los oyentes, pero de modo no insistente.

 Intercalar súbitamente un ejemplo o anécdota. A la gente le encanta escuchar historias interesantes, y si viene al caso, será un buen recurso para generar conexión o volver a llamar la atención si esta ha decaído.

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Estrategias para ser mejor comprendidos:

 Preguntar. Es el recurso ideal para calibrar la comprensión y diagnosticar el seguimiento: ¿me explico?, ¿se entiende? "¿qué hemos dicho hasta aquí sobre (…"


Repetir. La exposición debería hacer una recapitulación cada tanto, sobre todo si es compleja. Cuando se pasa a un nuevo tema o momento de la exposición, lo mejor es sintetizar lo dicho y anticipar lo que sigue en relación con ello.

2.2.5 – Vocabulario: elegir bien las palabras

El discurso oral tiende al habla cotidiana, natural. Suelen elegirse las palabras llanas y se tolera más la repetición de vocablos, pero igualmente hay que evitar los usos coloquiales informales en una exposición de ámbito no familiar. Aquí se presentan unos consejos para acertar con la expresión que se requiere:

 Identificar bien las palabras que deben estar en tu exposición: ellas corresponden al tema teórico que estás estudiando.

 Seleccionar y remarcar por escrito las palabras clave vinculadas al eje temático, para recordarlas bien y que aparezcan en el discurso. Entre ellas, deben estar los términos propios de la materia o del tema. No da lo mismo decir "con mis palabras" algo que está bien precisado desde la disciplina que se estudia.

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 Pronunciar correctamente, que se entiendan los conceptos mencionados. Un rasgo característico de la lengua oral es la pronunciación más relajada, con una vocalización poco marcada. En exposiciones académicas, tendrás que esforzarte por hacer lo contrario: marcar con claridad tus expresiones, vocalizando correctamente.

 Evitar las muletillas (
o sea, es decir, bueno) y las palabras o sonidos de relleno (este, ehhh).


Enriquecer el lenguaje tratando de no caer en las palabras "baúl" o comodín: aquellas que valen para todos los casos y por eso se reiteran: cosa, tema, o los verbos decir, hacer, poner.

2.3- Estrategias del lenguaje no verbal


Aquí se verá cómo actúan los elementos no verbales para completar el sentido de un mensaje oral y podrás comprender su estrategia.

2.3.1- La kinésica


Es la disciplina de la comunicación no verbal que estudia los significados de los movimientos corporales. Kiné en griego significa movimiento. De ese modo, la kinésica estudia los gestos, posturas y movimientos faciales.

Cada cultura tiene un código gestual característico, así mientras que algunos pueblos parecen más inexpresivos, otros son efusivos. Pero también los contextos (más formales o más familiares) marcan diferencias. Por eso, los movimientos se valoran a partir del ámbito en que se manifiestan y se deben analizar tanto en el emisor como en el oyente. Pongamos por caso una clase: si un alumno se mueve de manera inquieta y reiterada comunica desinterés. Hay movimientos que son inadecuados para ese contexto, como levantar los brazos y desperezarse o estirarse relajado en una silla.

Se analizará ahora el valor de la kinésica en contextos formales, académicos o profesionales, como estrategia de comunicación no verbal.
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El cuerpo. Los movimientos corporales deben ser suaves, pausados y sin estridencias que llamen la atención. Si una alumna expone tocándose el pelo constantemente, distrae; igual ocurre con quien, al hablar, no para de hacer sonar el capuchón de su lapicera, por ejemplo.

Todo movimiento debe ser significativo, tener una finalidad. Si el expositor se mueve de un lado a otro sin sentido puede terminar por confundir o distraer.

Los gestos: Estos deben ser naturales, variados y concordantes con el mensaje. Hay distintos tipos de gestos:

o
universales: entendidos por todos, conforman un verdadero lenguaje, como el "sí" y el "no";

o
ilustradores, los que cada hablante utiliza para enfatizar lo que está diciendo, por ejemplo en el uso de las manos para dar una orden, para indicar un lugar, etc;

o
adaptadores: manifiestan un sesgo personal en una situación específica, como morderse las uñas, tocar al oyente para que preste atención o jugar con la birome.

o
reguladores: dan indicios para desarrollar la comunicación, por ejemplo para tomar el turno de palabra, para indicar al otro que continúe o que repita, etc.

Es importante recordar que todos los gestos comunican: tienen un significado para el que recibe el mensaje. Cuidar y ejercitar los movimientos corporales y faciales es algo que se aprende. Así, los estudiosos han detectado que un rostro abierto es el ideal para un orador, y se caracteriza por la actitud animada de la cara que se observa en las líneas horizontales de la frente y las cejas elevadas cada tanto. Es un rostro expresivo.

2.3.2- La proxémica


Es el estudio de las distancias interpersonales y sus significados. Cada contexto y cultura desarrolla una noción de "territorialidad" propia y lo que es adecuado o no en cada contexto. Así, cualquier alteración de ese espacio en un entorno dado se interpreta como inadecuada. Existen diferentes tipos de distancia en el ámbito formal:

 personal: la llamada "burbuja personal", que es el espacio que se debe respetar en un intercambio persona a persona (de 40 a 60 cm según la cultura),

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 social : la del trabajo o de la clase (1 a 3 m),

 pública: la de una conferencia o acto.

Los pueblos también se diferencian por su manejo de las distancias. Existen culturas "de contacto" (latinoamericanos, mediterráneos y árabes) y de "no contacto" (europeos del norte, americanos del norte, hindúes, chinos y japoneses). También las costumbres familiares influyen en el manejo de las distancias entre personas. En nuestra realidad en el aula, por ejemplo, si el profesor se acerca a los alumnos, incluso individualmente a ellos cuando les habla, generará mayor sentido de inclusión y compromiso. El oyente se siente interpelado, tenido en cuenta. Lo mismo ocurre al revés: la conducta del alumno en el aula puede ser señal de apoyo al profesor o no.

2.3.3- La voz y la prosodia


Las cualidades de la voz influyen en gran medida en la atracción que genera un hablante. Si bien la voz es una condición natural, también puede trabajarse y cuidarse. La buena voz es clara, fluida y melodiosa: sale sin carraspeos, no se entrecorta ni se jadea por falta de aire, lo que se logra con buenas técnicas de respiración.

2.3.3.1- Vicios en el uso de la voz

Son frecuentes y deben evitarse los vicios de pronunciación siguientes:

a. Juntar vocales ("lorganicé")

b. Prolongar consonantes ("estannnn", "vamos a hablarrr").

c. No vocalizar, por no abrir bien la boca.

d. Omitir letras, especialmente las "s".

e. Añadir consonantes, como el error gramatical que se comete en el verbo de segunda persona ("dijistes", "comistes").

Respecto de los demás elementos prosódicos (entonación, el acento, el ritmo, la velocidad y las pausas en la emisión de la voz) también hay que señalar estos errores:

-
Que la exposición sea monocorde, pues aburrirá al oyente.

-
Que se hable demasiado rápido, pues perjudicará la comprensión.

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Es bueno hacer cambios de velocidad para variar y mantener la atención. Las pausas o silencios tienen un significado para el que escucha, por lo que todo esto debe tenerse en cuenta al hablar en un ámbito formal. Es como un suspenso, un anuncio de algo importante. Por eso las pausas son efectivas para introducir un concepto central o antes de concluir. No deben ser, por tanto, espacios huecos y sin sentido.

2.3.4- El entorno: la imagen personal


La ropa que llevamos, el modo de peinarnos y los adornos comunican rasgos de personalidad a quien nos rodea. Hasta el propio medio físico en que nos movemos "dice" cosas de nosotros, por ejemplo los objetos de nuestra habitación. De este modo, quien expone frente a un grupo de personas deberá cuidar su apariencia y todos los aspectos que colaboran con el mensaje que quiere dejar de sí mismo.

En la actualidad, cuando se da tanta importancia a la imagen personal, una indumentaria equivocada puede provocar un prejuicio, aunque no sea correcto. El aspecto exterior desempeña un papel importante para fijar y mantener una imagen de nosotros mismos y tiene un peso considerable de cara a la autoestima y al sentimiento de seguridad en la propia persona.

En el intercambio oral, las personas tienden a concentrarse en:

1. Primero, lo que ven (raza, sexo, aspecto, vestimenta, gestos).

2. Segundo, lo que oyen (voz).

3. Tercero, el significado de las palabras.

En cuestión de segundos, el oyente valora al otro por lo que ve, y esto puede generar atracción o rechazo. Igual que el rayo precede al trueno, la vista se centra en la imagen antes que el oído en lo que se dice.

No hay recetas de vestimenta o aspecto, pero sabemos por experiencia cómo los detalles pueden distraer la atención, causar un impacto no deseado, o por el contrario, pueden contribuir a generar interacción según sea el contexto. Una comunicación formal, por ejemplo, demanda una imagen acorde, sin elementos llamativos.

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